El mundo se alejó de mí

El mundo se alejó de mí

Laura R. Sábado

08/02/2020


A nadie sorprendió que mi estrafalaria abuela Palmira decidiera celebrar su ochenta aniversario dando la vuelta al mundo.

Le encantaba viajar, afición compartida con mi abuelo. Juntos recorrieron medio planeta y, desde que él falleció, le entró el gusanillo de recorrer la otra mitad. Quiso hacerlo sola, fiel a su vida independiente y bohemia y ¿por qué no decirlo? envidiada por muchos.

La gran fortuna que mi abuelo le dejó le permitía darse todos los caprichos imaginables, pero como siempre decía que no quería que nadie deseara su temprana muerte, dispuso lo necesario para que cada uno recibiéramos nuestra parte del legado antes de comenzar su rocambolesco viaje.

Comenzó con los preparativos para las próximas ochenta semanas de su vida y, al más puro estilo Willy Fog, se marchó, no sin antes anunciar que donde iba estaría bien y que no nos preocupáramos. Prometió enviarme una postal semanal, soy su única nieta, y desapareció de nuestras vidas sin dejar más señas.

La primera llegó acompañada de un paquete y, aun conociendo a la abuela Palmira, reconozco que el envío me sorprendió.

Era una de esas cajas en forma de falso libro, de interior hueco y grueso como un tomo de enciclopedia anticuada donde la gente esconde sus secretos. Y, para darle más misterio al asunto, vino cerrado con un pequeño candado.

En la tarjeta podía verse un palacete rodeado de espléndidos jardines que, al no llevar identificación alguna, podía hallarse en cualquier parte del mundo. Al dorso, en unas breves líneas, aseguraba encontrarse perfectamente, pidiéndome que guardara personalmente el inesperado libro.

Lo agité intentando adivinar, sin éxito, su contenido y sus razones para enviármelo. Quizá pensó que mi biblioteca era el lugar adecuado. Lo metí entre mis libros de verdad y decidí olvidarlo. Cuando regresara, ya vendría a recogerlo, contando una de sus fantásticas historias a modo de explicación.

Pasaron las semanas y las postales iban llegando con puntualidad inglesa. Cada miércoles, encontraba una en mi buzón. Así ocurrió con las primeras cuarenta. Pasado el ecuador de su viaje, relajó sus estrictos envíos semanales, y las tarjetas iban llegando sin orden ni concierto; incluso llegaron dos en días consecutivos.

Cuando la semana ochenta terminó, y no habiendo tenido noticias de ella desde hacía dos meses, la preocupación se hizo patente en mi familia, cayendo en la cuenta de que no sabíamos por dónde empezar a buscarla.

Propuse ordenar las postales cronológicamente, por si nos daban una idea del itinerario trazado por la abuela, pero fue en vano. Nuestra inquietud aumentó cuando advertimos, por primera vez en casi dos años, que ninguna llevaba matasellos. No podía creer que alguien se hubiera molestado durante todo ese tiempo en acercarse personalmente hasta mi buzón para depositarlas.

Recordé el falso libro que envió la primera semana, olvidado aguardando su regreso, y pensé que había llegado el momento de abrirlo, de saber qué contenía y por qué lo dejó bajo mi custodia.

De su interior saqué una nota, un montón de fotos, recuerdos de viajes y de celebraciones familiares antiguas y recientes. Completaba el lote la alianza del abuelo, el poemario favorito de la abuela, su diario y su pasaporte.

Temblándome las manos desdoblé el papel y, con voz entrecortada, comencé a leer ante mis desconcertados familiares:

«Nunca me alejé para dar la vuelta al mundo. Fue el mundo el que se alejó de mí, lentamente, semana tras semana. Yo misma anoté en mi pasaporte, apurando mi cordura, mi último destino a ochenta kilómetros de casa. Cuando me visitéis, el contenido del libro-caja nos será de gran utilidad. En la primera postal, podéis ver mi residencia de estos últimos meses, donde, sin lugar a dudas, he estado bien, aunque de eso ahora ya no soy consciente. Es un caro paraíso, con todos los lujos y servicios.

Y, el nombre, a buen seguro, os resultará familiar:

FUNDACIÓN DOÑA PALMIRA – CASA DE REPOSO PARA ANCIANOS CON ALZHEIMER

Mi cariño, que no mis recuerdos, siempre estarán con vosotros.

Palmira »


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