«En esta maleta no cabe casi nada»—pensó Anabel mientras intentaba cerrarla. Al día siguiente volaba a Moscú para cubrir una noticia, pero solo le pagaban un billete en una compañía low cost y sin facturar, así que tenía que llevar el equipaje justo.
Se tumbó en la cama pensando en cómo sería el avión. Con lo dramática que ella era para algunas cosas, tenía la sensación de que tendría que ir agarrada a un ala con otros cientos de personas, como en los trenes de algunas películas indias. Cerró los ojos y se abrazó con fuerza a la almohada.
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