Un miembro menos cada día.

Un miembro menos cada día.

VintageLover

31/01/2020

Música para acompañar:

La familia Bascur y Santander cada día va quedando sin miembros.

La gente pasa por fuera observando a la casa, la casa celeste que se está cayendo a pedazos. Susurran entre ellos, “qué triste cómo va muriendo la gente…”.

“Eran felices dentro de lo posible hace unos años. Yo conocí a los abuelos de aquellos niños que ahora están muertos. Conocí a los padres. Primero murió el hombre; don Manuel. Era un hombre amable y daba todo por la gente. Tristemente, en su último adiós la gente no dio nada por él. Sólo una simple despedida. Luego vino su mujer, la señora Mónica. Era pura como el agua más clara. A los 16 conoció a Manuel, él tenía 46, una gran diferencia de edad. Aún así ellos se casaron. Pero la gente los criticó mucho: “¿Cómo te vas a casar con un hombre tan maduro?” / ”¿Cómo te vas a casar con una niña tan joven?” Y es que no conocían que el amor de ellos era muy especial.

Mónica le guardó fidelidad hasta el final a su esposo, era una mujer a la antigua. Incluso después de que su marido murió, jamás estuvo con otro hombre. Fue el amor eterno más fiel.

Los niños crecieron bien. El hijo mayor vino después… se hizo viejo y su pequeña hermana que aún permanecía joven lo cuidó hasta su última etapa.

“Es como cuidar a mi padre dos veces” Le decía ella todos los días. “Pero nunca te voy a dejar solo, porque te quiero como a mi vida” Le decía luego con cariño a su oído.

Al final y como es lógico, vino la niña… se fue en una mañana y dicen que murió a la misma hora que su padre. Ella estaba aferrada a su familia como nadie. Los amaba tanto… murió solitaria, pero todos creen sólidamente que, luego de haber muerto tan sola encontró la compañía. Pues del otro lado, la fiel familia le esperó… yo creo que ellos estarán unidos para siempre.

Lo triste es la casa. La casa murió con ellos. Dicen las lenguas confiables que mientras uno de ellos moría, un pedazo de la casa se caía o se podría. Que la casa iba envejeciendo y deprimiéndose con ellos. Que la casa era parte de la familia. Si vio a los niños crecer aquella casa. Vio a los padres de Manuel envejecer y morir. Vio cuando llegó Mónica. Vio cuando se casaron y se juraron amor eterno. Los vio morir a todos.

Es sólo una triste casa. Sin habitantes. Porque cada día es un miembro menos. Ya no hay niños. Ya no hay Mónica. No está Manuel. Quién sabe si aquellas almas siguen rondando allí dentro… la casa no los ve, la casa no los siente… la casa está sola.

La pintura se gasta. La madera se cansa. Las paredes ya no brillan y hasta los álbumes familiares se llenan de moho. Los gigantes paltos que plantó Manuel se caen de rama en rama… el pasto crece y crece alcanzando al parrón que la pareja plantó juntos. El parrón enferma. Nadie lo poda.

Donde hubo vida ahora sólo hay soledad. Y es como si todavía los pudieras ver pasar de aquí para allá… hablando entre ellos, sonriendo, abrazándose… como si el tiempo no hubiese pasado, como si la pena se hubiese esfumado. Todos mueren. La gente alrededor también muere. Quienes les recordaban. Quienes los conocían. Van muriendo. Y ya nadie habla de aquella familia. Porque todos los que hablaban de ella han muerto. Y ha sido olvidada.

Los amigos de Manuel se fueron con él. Antes de irse recordaban… cómo Manuel viejo y cansado había criado a su pequeña hija. Tanto lo quería la pobre niña… a los 17 vio a su padre muerto y tuvo que vestirlo. Desde que Manuel murió, murieron los 3.

Las amigas de Mónica se fueron con ella. Antes de irse recordaban… cómo Mónica trabajaba y trabajaba, siendo leal a su familia. Porque su pobre esposo estaba viejo y cansado y no podía. Siempre ella era como una hormiga para su casa, llevaba el pan a su familia. Cuidó a su esposo devotamente cuando éste inconsciente agonizaba en la cama de aquel negligente hospital.

Y ahí van quedando las memorias… tantas cosas bellas, tantos momentos difíciles.

Se van muriendo de a poco mientras muere el otro. Cada día es un miembro menos. Se pierden historias, emociones y recuerdos. No importa el número.

La familia Bascur y Santander es como todas las familias del mundo; no importa el color, el género ni la cantidad de niños. Todos se irán desvaneciendo…

Vuestra madre, vuestros abuelos… usted y sus futuros hijos… todos se irán desvaneciendo.

Mire por aquella ventana… dígame… ¿logra aún ver a esos espíritus?, ¿son los suyos o los míos?

Mírelos. Están felices porque por fin están todos juntos. Después de tantos años… perdían un miembro y era como si estuvieran perdiendo casi todo el cuerpo. Una parte de ellos moría por dentro. Pero ya ve, tenían que seguir viviendo. Y ahora, con el paso de los años, se han encontrado de nuevo.

Con la familia murió la casa. Ahora abandonada. La gente pasa por fuera… sin saber la historia, sin saber quiénes vivían allí dentro. El mundo gira y nadie recuerda a vuestro padre ni a vuestra madre, solamente usted. Y ahora morirá con ellos… y nadie le recordará. Mire a la casa… también se está cayendo a pedazos… mientras la vegetación ambiciosa va ganando paso por el sendero que ahora nadie cruza y por el patio que se llena de sombras… por el silencio que dejan los muertos…

La familia. Historias de familia. Yo cuento la historia de todas las familias del mundo. Las que mueren y son olvidadas… porque así es la vida. Efímera. Tan efímera como una vela al viento.

Los recuerdos son eternos. Se van con el linaje. La familia también es eterna a pesar de que pierda… un miembro cada día.

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