¿Es todo fruto de la casualidad o, por el contrario, es la causalidad la que gobierna el universo? ¿O quizá es una mezcla de ambas? ¿Qué o quién transforma en constantes las variables del algoritmo que maneja nuestro destino? ¿O realmente existe el libre albedrío? Determinismo o libertarismo, esa es la otra cuestión.

— Hola Pedro, ¿Qué tal? — venía de trabajar y me encontré con él casualmente en el descansillo que unía nuestras vidas, nuestras viviendas. Pedro salía de la suya con una bolsa de deporte –¿Qué…, al gimnasio?

— Hola Luis, ya me gustaría, ya. Si yo te contara… — contestó con voz apagada. Pedro era poco hablador, aunque no por ello introvertido, todo lo contrario; era una persona afable y siempre portaba una gran sonrisa, pero en aquel momento se le habría extraviado– ¡Qué injusta es la vida!– exclamó mientras se acercaba a mí. Estaba claro que algo importante le ocurría y necesitaba soltarlo. De forma atropellada prosiguió: — Si Dios no juega a los dados, ¿quién es el que los tira? Ya sé que esa frase está sacada de contexto, pero yo me entiendo. Está clarísimo que si juegas te puede tocar, pero… ¿qué pasa cuando no sabes que tu número está en el bombo?– la rabia y la frustración invadieron su cara–. Pues eso… cuando te toca la china no tienes otra opción que resignarte y luchar, si te quedan fuerzas, claro.

— Pero… ¿qué te ha pasado? — pregunté alarmado–. Si necesitas algo, ya sabes.

— Gracias Luis, te lo agradezco, y perdona; pienso en voz alta, muy alta… Ahora voy al hospital, he venido a por unas cuantas cosas para mi hijo; estará unos días ingresado — dijo mientras alzaba la bolsa de deporte –. Al margen de eso, lo que me ha tocado la fibra es lo que acabo de leer… Es una nota que escribió mientras estaba en urgencias; la encontré por casualidad en sus vaqueros — hizo una pausa, me miró fijamente y balbuceó:– Para que entiendas de qué te hablo me gustaría que la leyeras. — Entonces sacó un papel manuscrito de su chaqueta y me lo ofreció. Entre Pedro y yo no había más relación que la de ser unos buenos convecinos y aquello me sorprendió, pero aún así accedí. Decía así:

‘¡Aquí estoy contemplando el blanco techo desde esto que llaman cama! ¡Cómo echo de menos la mía!

Solo veo a mi padre. Pobrecito, se va a romper el cuello con esa postura; se nota que está agotado para dormirse de esa forma en esa dura silla.

Aún con él a mi lado me siento solo, completamente solo entre estas blancas paredes.

Si me estiro aparecen mis pies tras las blancas sábanas.

Mis manos parecen de cera; serán estos malditos fluorescentes que todo lo transforman.

¡Menos mal, un toque de color… mi pijama es azul!

Me está brotando vello oscuro en los brazos. Creo que me estoy haciendo mayor.

Pero, ¿qué es lo que me han puesto en la muñeca? ¡Ahhh, es una pulsera blanca! Claro, cómo no… ¡blanca tenía que ser! ¿Qué pone…? ¡No puede ser! ¡Además de mi grupo sanguíneo, pone mi nombre! ¿Qué se creen, que no sé cómo me llamo? ¿Qué se creen, que se me va a olvidar? No tienen nada más que preguntarme y ya está, se lo digo y punto.

Yo sé quién soy y también sé, más o menos, cómo va a alterarse mi mundo a partir de ahora, a partir de este momento, a partir de este instante. ¡Eso no lo garabatean en la pulsera! ¡Claro…, tan solo pueden imaginárselo!

Grave, lo que se dice grave, no es; así me lo han dicho, pero mi rutina se trastocará totalmente, mis actividades, mi todo. La gente, en general, es feliz con sus hábitos, con su vida, y yo también con la mía; pero, ¿por qué me ha sucedido a mí? ¿Quién tiene el mando que obliga a cambiar a los demás a su antojo? ¿Qué patrón utiliza para elegirnos entre tantos?

Nadie sabe cómo me siento ni cómo transcurrirá mi existencia. Antes tampoco, pero sentía que era yo el que gobernaba mi destino. Ahora, en cambio, tengo que vivir con este inoportuno lastre; me seguirá a todas partes allá donde vaya. ¡Qué fácil era mi vida pasada, en la que no me preocupaba de casi nada! Antes solo lo hacía para conseguir lo que necesitaba, lo lógico a mi edad. ¿Antes, antes…? ¡Estamos hablando de hace menos de un día! Ahora, por el contrario, me importa todo, sobre todo mi familia; ¿por qué?, ¿porque les voy a necesitar más que nunca?, ¿porque me tengo que apoyar en ellos para seguir adelante?

¡Lo que estoy aprendiendo en estas últimas horas! ¿Por qué me siento como si de golpe alguien hubiera adelantado las manecillas de mi reloj biológico? Tengo la sensación de haber cruzado el umbral de adolescente a adulto en un segundo. Son estas experiencias las que te hacen madurar en un ‘plis plas’. ¿Por qué nadie me explicó que esto podía suceder? De haberlo sabido hubiera hecho las cosas de otro modo. Pero… ¿quién conoce el futuro?, ¿quién conoce nuestro destino y el de los demás? Tenían que haberme advertido de que todo se puede ir a la mierda, que se puede volver del revés, sin saber cuándo ni para qué revés.

Sigo observado mi pulsera blanca y ya lo entiendo, ya lo veo, ya lo tengo meridianamente claro. A partir de ahora mi vida y la de mi familia van a transformarse; de ahora en adelante el universo que me rodea va a sufrir una metamorfósis, salvo dos cosas, solo dos… las que han escrito en esta pulsera blanca: ¡¡¡Mi tipo de sangre y sobre todo y ante todo mi identidad!!!’.

— Pero… ¿qué es lo que tiene tu hijo?– le pregunté con los ojos muy abiertos cuando las lágrimas comenzaban a asomar en los suyos.

— Le han diagnosticado…

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