CAMPO MAGNÉTICO

CAMPO MAGNÉTICO

Alicia Prack

18/04/2017

Victoria no puede despegarse del espejo de plata que utiliza en los momentos cruciales de su vida, el cual tiene lugar propio en el bolsillo de su bolso. Y tampoco se separa de la pequeña estampa con la imagen de la Virgen María, que guarda en su billetera. Tiene el hábito incorporado de portarlos consigo, como lo son los de tomar las llaves antes de salir y apagar las luces.

Hoy, el apuro por llegar a tiempo es tal, que literalmente sale volando hacia la empresa, sin repasar los detalles antes de salir, según es su costumbre. Confía en que todo está en orden. No puede ser de otra manera. A decir verdad, ni piensa en los detalles… Y se enfoca en la urgencia de este momento, mientras se mira las uñas impecablemente esmaltadas y busca su bolso para salir.

Es su primer día en el nuevo puesto. La imagen que le devuelve el espejo del ascensor es horrible. Ha elegido mal la ropa, el peinado, el maquillaje. ¡Un horror! Ese tono terracota del tailleur la empalidece demasiado.

Empieza a desatarse el enjuto rodete, sacude la cabeza y piensa “Así está mejor, ésta soy yo, realmente”. Se tranquiliza un poco porque no es tan tarde después de todo. Ahora se mira y le sonríe al espejo.

Entra al edificio de Talcahuano con el pie derecho, por las dudas, y con la mano derecha se roza con disimulo el seno izquierdo. Ese ritual jamás le falla, además, refuerza el campo magnético del querido amuleto, que descansa en su escondite. Su atesorado espejo de plata. Y de la estampa, claro está.

-Buenos días, señorita Olivares. Bienvenida. Le voy a presentar a sus colaboradores. Usted puede contar con ellos para lo que necesite y las áreas del piso están a su entera disposición.

Las presentaciones parecen interminables. A cuál más obsecuente, piensa para sus adentros. Pero ya aprenderán a seguirle el ritmo.

Al fin, como tabla de salvación, al mirar el reloj pulsera ve que ha terminado la jornada, la cual ha sido difícil, justamente por su ancestral temor a lo desconocido. Mañana será otro día y no habrá nada que temer, porque ya conoce los rostros del enemigo.

Al regresar a su casa, antes de encender la luz del porche, nota bajo sus pies, trozos de vidrio. Al iluminarse el pequeño living, advierte los desastres que ha cometido el cachorro que dejó solo, ya que su vecina está con gripe y no se lo pudo cuidar. El cuarto de baño es un desastre total. La cortina de la ducha está convertida en jirones y sus ganchos mordidos. El rollo de papel higiénico, desparramado como una gigantesca nube blanca, invade cada rincón. La cocina, otro tendal. Las frutas de la cesta están diseminadas por doquier y trozos de cáscara de banana adornan la heladera y la mesada. Victoria también encuentra, con espanto, la enorme maceta con helechos junto a la lámpara, rodeada de tierra y trozos de hojas, que el terrible cachorro se ha encargado de ultimar.

La joven, alterada y conteniendo su ira, va hasta la cocina para traer el cesto y la palita para juntar los restos mortales de su hogar, y de pronto ve que algo brilla junto al teléfono. A punto de desmayar por la sorpresa ve que su querido espejo de plata, su amuleto, ha quedado olvidado allí. ¡Y ella tan confiada, ha salido a la calle creyéndose protegida por él!

-¡Ay, Virgencita de las Alturas, no me abandones tú también! – exclama, mirando hacia el cielorraso y luego abriendo la billetera cerciorándose de que Ella sí está en su lugar.

Sin dudas, el campo magnético del amuleto había hecho cortocircuito al no estar en contacto con su dueña…

He aquí, la inequívoca explicación por los acontecimientos ocurridos durante este día tan especial…

Fin

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