Serían cinco las personas que estaban a la mesa del café cuando llegue. Después vinieron otras. Se presentaron como escritores, inventores de letras, amantes de la lectura precisa, de prosa ecuánime, de aventuras, sueños, amores…El moderador propuso el duelo de la hoja en blanco y manos a la obra. Vi en los ojos de todos el mismo brillo y ceguera de los míos. Alguien, un hombre canoso se levanto, escupió al piso y dijo: – Para ser un fracasado no necesito ayuda de ninguno -. Lo vimos marchar.
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