Budapest, una ciudad de contrastes

Budapest, una ciudad de contrastes

Sergi Suay

08/09/2019

Este verano he tenido la oportunidad de vivir los días tal y como los había soñado desde pequeño. Os voy a narrar la historia de mi última experiencia personal en la ciudad de Budapest, en la que la prioridad serán mis sentimientos e impresiones hacia la población de la capital húngara, y no una mera descripción de nuestros pasos y visitas veraniegas.

Hace unos meses decidimos, mi pareja y yo, emprender un viaje apasionante por la Europa del este. Teníamos ganas de descubrir qué sorpresas podrían darnos las principales ciudades del este europeo y, sobretodo, nos apasionaba la idea de conocer a gente del mundo un verano más.

El plan era partir de Barcelona cogiendo un vuelo hasta Budapest y, una vez allí, emprender nuestro viaje mediante un interrail que nos hiciera una ruta que naciera en la misma capital de Hungría hasta Cracovia, pasando por Bratislava y Viena.

Una vez superados los minutos previos al vuelo, nos tocó sentarnos por separado. No pude evitar mirar hacia atrás para ver si podía verla antes de despegar. Me derretí al ver como nuestras miradas se cruzaban. Esa mirada de ilusión que siempre tiene dibujada en su rostro me daba una tranquilidad muy difícil de explicar.

Las primeras horas en Budapest fueron un tanto desconcertantes. Llegamos al anochecer y fuimos hacia el apartamento que habíamos reservado. Resulta apasionante ver qué cosas presenta este lugar y las costumbres de otros países. Lo que más nos llamó la atención, fue el sistema de bloqueo de puertas. ¡No usaban llaves! Funcionaban con sistemas con claves de seguridad y contraseñas. Nos ubicábamos en Pest, la zona con más edificios soviéticos, por lo que la mayoría de ellos eran muy similares. Bloques gigantes que parecían haber sido construidos para acumular tanta gente como fuera posible. Me recordaba a un gran almacén, donde las personas eran las mercaderías ubicadas en las estanterías como existencias de una gran empresa, tal y como pretendía asemejarse el gran estado comunista.

En las pocas situaciones en las que había podido coincidir con una persona húngara, me habían parecido que eran personas muy respetuosas y reservadas, que guardaban mucho la distancia y les costaba abrirse a los demás. Cosa que sorprendía al ver su aspecto físico. Eran personas con una constitución muy fuerte y alta. Tenía ganas de descubrir el porqué, si es que lo había, de la forma de ser de las personas de ésta región.

Tuvimos la oportunidad de descubrir un guía que nos contó el porqué algunos húngaros tenían los ojos un poco achinados. Hasta el siglo V d.c., la antigua ciudad de Budapest había sido habitada por el gran imperio de los Hunos (proveniente del continente asiático) en la parte Este del río Danubio, la que sería posteriormente llamada como Pest, mientras convivían amistosamente con otro gran imperio del momento, el imperio Romano, que se ubicaría en la otra orilla del río, en la antigua ciudad de Aquincum, situada en las afueras de Óbuda, ubicada dentro de la actual Budapest.

La capital de Hungría parecía haber sido destinada a tener un gran choque de culturas, pero eso no había hecho más que empezar.

Andando por las calles del barrio judío, donde habían muerto más de 10.000 personas al convertirse en gueto en la Segunda Guerra mundial y viendo los famosos Ruin Bar, antiguas casas que habían sido destruidas durante la segunda guerra mundial y se habían reconstruido en forma de bares improvisados, manteniendo los muebles de las antiguas casas. Algo fascinante y digno de ver. Eso sí fue resurgir de sus propias cenizas.

Después descubrimos la famosa plaza de la libertad, caracterizada por tener monumentos a las principales fuerzas que menos libertad proporcionaron a la humanidad. Solo entrar se puede ver cómo los soviéticos construyeron un gran monumento en forma de columna con el famoso símbolo del martillo y la hoz en la parte más alta, curiosamente, construida delante de la embajada de los estados unidos. Los americanos, en respuesta, consiguieron poner una estatua de Ronald Reagan dirigiéndose hacia la columna comunista, como si fuera a poner solución al problema. Fue otro típico movimiento de puro marketing del país americano.

A tan sólo unos 30 metros, nos encontramos con una polémica estatua con un águila que hace referencia a la fuerza del imperio Nazi, construida en una sola noche y por sorpresa de la todo el pueblo que, como forma de protesta, contestó colgando un seguido de escritos y fotos de familiares que habían sido víctimas del holocausto.

Por último, recuerdo la plaza del parlamento, donde se pueden ver las marcas de las balas en las paredes de todos los edificios de la plaza. Fue una matanza, en la que los estudiantes húngaros salieron a protestar desarmados contra el ejército soviético y fueron acribillados contra los edificios.

Cuando conoces un poco más la historia de este país, entiendes un poco más a la gente. Hemos podido descubrir un pueblo que ha luchado para sobrevivir durante muchos años, sufriendo las maldades de los dos frentes en la segunda guerra mundial y que ha perdurado hasta prácticamente los años noventa por las consecuencias de haber vivido bajo un sistema comunista que les ha empobrecido frente al crecimiento del resto de Europa.

No vería mejor manera de finalizar este escrito que haciendo honor a todas esas personas que murieron por el bienestar de su familia por culpa de los actos de guerra. Por esos estudiantes reivindicativos como por los más de 450.000 de húngaros judíos asesinados entre la propia ciudad y los campos de concentración, principalmente en Auschwich.

El monumento más bonito y que más impacta es el de los zapatos en la orilla del río, en recuerdo a todos los judíos fusilados y lanzados al río. Una forma más de ver que el pueblo húngaro aprende, recuerda y respeta.

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