Estoy paseando por la calle tejiendo mundos con hilos de araña, cuando de pronto veo una mujer que me gusta; al instante le quito la ropa y ya no es la calle por donde deambulo, si no por su laberinto de lunares eternos, en ellos doy saltos de astronauta pérdido entre las mareas de una tierra de plata. La miro como quien mira un horizonte de fuego aperlado o como un cielo profundo como el océano o el alma.

Creo que es hora de salir de aquí. Tomo aire y sigo adelante tomando aire de triunfo, feliz de a ver escapado de un pozo ahogado en perfume de jazmín. No me quejo, pero a veces siento que con un solo suspiro me arrebatan el alma. Debo de tener cuidado con estos ejercicios imaginativos, estuvo casi apunto un auto de arrollarme. En realidad nada grave, solo mire unos ojos que se abrían como montañas movidas por la fe. Esto me fascino, parecía que a la doña con sus bolsas de verdura se le salían sus ojos de sus orbitas, como dos soles colisionando. ¿A dónde iba? Ah, claro a la biblioteca.

Me gusta caminar, el viento silba, canta y parece llevar arrastrando martillos y cinceles esculpiendo las formas más extraordinarias. Por ejemplo, aquel árbol con aspecto de estar soñando cansado de un largo viaje, lleva cargando sobre sus ramas al sol altísimo y su sombra helada promete esperanza y salvación de un infierno que incinera el tiempo, la vida y el firmamento.

Espera que es eso. Dios mío, café de olla, siempre me ha sorprendido todo lo que puede viajar por los reinos del aire, un ferrocarril, una canción de amor, un adiós, un hasta pronto, el corazón de un ciego, una ciudad que su orden natural es el caos. Y como no, el aroma delicioso de café, que viene como una bofetada hacia mí.

Ahora estoy en la pequeña y terraza de la cafetería. Genial. Aquí dejan fumar, muy apropiado, saco la cajetilla de delicados de mi chamarra, apuro uno hacia mi boca con su esencia a café de olla. En cada bocanada dejo al humo libre volar. En el aire se pinta un paisaje de lo más fantástico. Flechas, gorriones cuervos y mariposas de mil colores surcando el infinito del cielo, atravesando mis poros, anidando en los lagos más profundos de mi corazón. Éstos olores y sus tormentas- los del café y el tabaco- azotan mis sentidos y es raro, la semilla que nace y germina de mi sangre crece una melancolía sin límites ni forma.

Satisfecho con la vida, el tabaco y el café sigo mi camino como quijote, desenvainando mi lengua, mi mirada, mi alma que se aferra con todas sus fuerzas a la carne reclamando a gritos su libertad.

Y ahora esta pregunta “maldición”. El café, el tabaco, mi vida y mi alma toda centelleanvacilantes en medio de la borrasca. Los vientos se llevan la luz del sol a galaxias lejanas que ondeaba como estandarte al frente de mi día, de mi vida. Claro está. Por qué ahora es el único momento, porque es ahora cuando el sol palpita invencible en este cielo de amapola, porque es ahora cuando exhalan su último aliento las flores de este jardín perene. Ya vendrá la noche y las estrellas como antorchas de llama blanquecina iluminando el destino de este quijote caminante. Ya iluminaran la imensidad del mar. Pero esas mareas aun están lejos de esta orilla. Ahora la palabra alma me atormenta como una estaca que atraviesa el universo entero, que atraviesa mis huesos de lado a lado..

Ahora miro hacia arriba y balbuceo en voz baja la palabra Dios. Cruza como relámpago esta frase

” Al morir despertamos a la vida eterna amen” y ahora pienso; es increíble como una oscuridad sin fin puede ocultarse detrás de los ojos. Como los parpados al cerrarse son capaces de encerrar una oscuridad eterna. Raíces de carne y luz que crecen hacia adentro, hacia el espíritu, como lanzas atravesando cuadros de colores vivos e incomprendidos en paredes ya olvidadas.

Sigo en mi cauce, entre jardines perros y miradas disolviéndose en el día.

Empieza a llover, las gotitas de lluvia azotan sin asomo de piedad mi pecho. Del concreto de las calles y avenidas se despierta un paisaje gris. Solo yo y algunos descarriados soportamos con calma el látigo de la tempestad. El viento en su cantico andar, enreda entre sus caminos el olor a tierra mojada- mi olor favorito, bueno eso no es tan cierto, también es el de los libros viejos-

El martilleo de las gotas de cristal de la lluvia sobre el suelo compone una melodía que dedica entera a los lunares de la mujer por los que camine, a ojos como montañas, al café y las flechas y gorriones que atravesaron el cielo sobre el humo de mi delicado, a Dios a la vida y la muerte.

El cielo se empieza a despejar, los rayos del sol desgarran con su filo los últimos nubarrones que desaparecen con sospechosa velocidad. La ciudad ahora parece cubierta por mareas de luciérnagas tintineando sus átomos de oro. Estoy cerca ya de la biblioteca, voy con paso calmado. Antes de entrar prendo un cigarro y dejo que su historia nuevamente se entrelaze y disuelva en tre los ramajes del polvo y la tinta. Ha sido un buen día, entro y el silencio como un mar calmado. Amo esto.

Fin.

NEFTALI.,,

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