El viaje más largo

El viaje más largo

Javier Ponzi

04/09/2019

Me encontraba en una situación donde había comenzado un estilo nuevo de vida; No me hallaba con la mujer que había elegido como mi compañera de vida y es por eso decidí regresar a mis pagos. Pagos en los cuales había pasado mi niñez y adolescencia. Era una tarde de verano de 1996 cuando me dispuse salir de viaje, desde Mendoza a Rio Cuarto. Aproximadamente 500 km. Contaba con un Citroen, modelo 1987. En si el vehículo se encontraba en buenas condiciones. Sólo, embarque rumbo a la aventura con las pocas cosas que eran de mi pertenencia; entre ella se encontraba un poco de ropa, algunos libros, un albún de fotos, las cosas de aseo personal, etc. Tengo que decir que no me encontraba bien anímicamente, un poco perdido por la situación que estaba viviendo. Alrededor de las 15 horas comenzó la partida. Cuando había viajado aproximadamente 4 horas, empezó a fallar el motor; fue entonces que recurrí a hacer de mecánico más allá de mi poca experiencia en el tema; y como llevaba algunas herramientas, me decidí meter mano. El Citroen es un motor muy sencillo y de fácil acceso. Saque la trompa del mismo, luego la élice, porque detrás de ella se encontraba el distribuidor. Logré desarmarlo, regulé el platino. Volví armar todo de nuevo, minuciosamente para que no tenga problemas; Le di arranque y comenzó, gracias a Dios, a marchas nuevamente. Otra vez me encontraba en carrera, es una manera de decir. Aproximadamente a las dos horas de caminar, comenzó a fallar nuevamente el motor. Hasta que se paró y no quiso marchar más. Desciendo, abro el capot y me doy cuenta que el motor se había fundido. Que hacer; estaba en el medio de la nada. Veía pasar autos, camiones, nadie se detenía. En esa época no existían los celulares. El sol ya se escondía, se aproximaba la noche, solo. Lo bueno de todo esto que no hacía frío, era un día cálido por lo pronto parecía que la noche iba a estar templada. Necesitaba esperar que fuese de día para poder ir en busca de auxilio. Solo se veían algunas luces perdidas en el horizonte, es probable que hayan sido de aldeas que se encuentran en el campo. Comencé a hojear el albun de fotos y como el mismo me traía feos recuerdos e interiormente no me encontraba de buen ánimo, empecé a romper las fotos y las tiré en el potrero más cercano; despacito, la pequeña briza que soplaba comenzó a esparramarlas. Miraba azorado lo que sucedía sin pensar un poco más allá. En ese momento no sabía lo que en realidad estaba haciendo, una foto no se rompe, es un recuerdo que si lo rompes no lo recuperas más. Luego me dio sueño; saque el bolso de ropa que llevaba y lo coloque en la banquina y lo utilicé de almohada. Cuando quise acordar me dormí. Pasaran unas horas y veo que una fuerte luz me alumbra la cara. Desperté, sin saber donde me encontraba; era la policía que se había detenido y contemplaban el cuadro. Se arrima uno de ellos y me pregunta que estaba haciendo. Le explique lo sucedido y le dije que estaba esperando que amaneciera para ir en busca de auxilio. Ellos mismos se encargaron de llamar un auxilio. Cuando este llegó me traslado hasta el pueblo mas cercano. Ahí busque un taller para que me diera el diagnostico exacto. Confirmó lo que ya había observado yo. El motor se había fundido. Había que rectificarlo. Hablamos de número, de fechas y una vez acordado lo dejé en sus manos. Tomé un micro para que me llevara a mi destino y luego desde allí poder hacer nuevos planes de vida. Hoy es solo un recuerdo, pero en ese momento fue muy difícil, porque no sólo que me encontraba desconcertado, sino que “Sobre llovido, mojado”. Por supuesto como dice otro dicho “Después de llover sale el arcoíris”. Javier Eduardo Ponzi – DNI 14909651 – Alpatacal 493 – Villa Nueva – Mendoza – Argentinaorrador

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