Es el 25 de marzo de 1985. El cadáver de Douglas Peyton yace en el suelo de su alcoba. La policía analiza la escena. El detective asignado duda si su muerte ha sido, en verdad, un accidente.
Ahora es el 1 de abril de 2250. Sobre la superficie de Kepler-442b se yergue el gran monumento a Douglas Peyton, el mayor científico de la historia humana.
Es el 12 de noviembre de 1924. Peyton nace en un hospital de Filadelfia.
Es el 4 de junio de 1961. Douglas se encuentra con su familia. Es feliz. Mira al cielo y piensa si hay algo más allá de su universo. Creo que puede verme.
Es el 3 de marzo de 1927. Douglas tiene dos años y tres meses. Su padre le hace un licuado de frutas. El niño le pregunta por qué ya no ve los plátanos. Su padre le explica que no puede verlos porque se han vuelto muy pequeños.
Es el 12 de junio de 2273. La humanidad espera el regreso de los primeros viajeros interdimencionales. Se registra una perturbación en el portal de Peyton y una figura emerge del mismo. Su regreso confirma finalmente la gran teoría. Las posibilidades humanas se ampliarán al infinito. Ellos podrán existir fuera, en cualquier punto del todo.
Sin embargo, no debe ser así. No lo será. Los mundos no tienen permitido transgredir sus confines. Una profanación cósmica. Su contenido no debe desbordarse.
Es el 2 de diciembre de 2026. Douglas Peyton me visita en sueños. Furioso, me dice que sabe lo que yo he hecho y no va a permitirlo. Siento temor.
Es el 24 de marzo de 1985. Douglas Peyton se encuentra escribiendo. Teoriza sobre la barrera final del universo, una tela que contiene al espacio-tiempo. Considera que existe una forma para rasgar sus fibras. Su corazón palpita de emoción.
Su historia debe finalizar en este punto. Me materializó detrás de él. Muevo rápidamente el pisapapeles de su escritorio hasta su sien izquierda. El impacto lo mata al instante.
Ahora es el 1 de abril de 2250 y la humanidad nunca pobló Kepler-442b.
Es el 2 de abril de 2025. Escribo sobre un universo fantástico en el que un científico excepcional descubre cómo viajar fuera de su realidad. Este mundo es un ser vivo, pero aún inconsciente. Los eventos que transcurren en su interior le orientan hacia un suceso cósmico que le permitirá abrirse más allá de sus fronteras, derramándose sobre las otras realidades. Este científico será el catalizador de tal evento.
Es el 1 de abril de 2025. En las noticias se anuncia que un científico, llamado Douglas Peyton ha logrado un gran avance en la teoría de cuerdas que parece demostrar la existencia, teórica, de un multiverso.
Es el 15 de enero de 2029. En el metro, percibo una presencia extraña.
Es el 27 de marzo de 2029. Estoy solo en el periódico. Ya todos se han ido. Pero no me siento solo. Decido irme. Por la calle, observo una figura que me sigue. Acelero el paso. Sé que quiere asesinarme. No es un ser de esta realidad, eso puedo notarlo. Creo que el universo de Peyton tiene vida. Este ser ha de ser un anticuerpo de ese mundo que busca protegerlo de mí. Al llegar a una esquina, siento algo en la espalda y me desmayo.
Es el 16 de enero de 2027. Creo que el universo de Peyton quiere devorarme. Me fuerza a cambiar los eventos. No mato a Douglas. Decido moverlo al futuro. Ahora es un científico que nació en el año 2081. Él descubre que existen 20.736 universos diferentes. Mi mundo es solo uno de estos, ahora llamados “Universos de Peyton”. Él gana un premio Novel.
Es el 2 de enero de 2027. Intento recordar a Douglas Peyton pero soy incapaz. No puedo escribir nada acerca de su historia luego de 1984. Recuerdo que él muere en 1985, pero ahora no puedo asegurarlo ni sé cómo. Luego de ese año, su historia simplemente se desvanece y solo veo oscuridad.
Es el 2 de abril de 2025. Estoy en una conferencia de prensa sobre mi más reciente libro: “El universo viviente”. Una periodista me pregunta si el final, odiado por tantos lectores, era lógico para un personaje tan querido como Douglas Peyton. Estoy desconcertado. Disimulo. Realmente no sé a qué se refiere. Eliminé a ese personaje de la historia. Pero ahora lo dudo. Tomo el libro, comienzo a hojearlo. El Capítulo 1 dice: “Es el 25 de marzo de 1985. El cadáver de Douglas Peyton yace en el suelo…”. Me excuso. Él no es real, pero está empeñado en serlo.
Es el 14 de junio de 2273. Se registra una nueva perturbación en el portal. Quien emerge es un ser muy parecido al gran prócer. El viajero aclara que no es el Douglas Peyton de esa dimensión sino de una realidad alterna. En ella, nunca fue asesinado y el portal se creó muchos años antes.
De pronto, me observa entre el público. De alguna forma, lo sabe. ¿Viene a prevenirles de mí? Para él yo soy un villano. No. Creo que en realidad ha llegado para erradicarme. Él no comprende mis acciones ni mis motivos. No sé qué poder tenga esta versión. Repentinamente interrumpe su discurso y vuela hacia mí. Intento defenderme. Veo un resplandor y luego, solo oscuridad.
Es el 26 de marzo de 1985. Douglas Peyton ha escrito durante veinticuatro horas seguidas. No ha dormido. Solo puedo saber lo que sucede, pero no puedo interferir de ningún modo. Una vez que termina, acomoda la pila de papeles y enciende un cigarrillo. Está satisfecho. Solo será años más tarde cuando, advirtiendo su error, emprenda su gran aventura para detenerse a sí mismo.
Hace años, cree una anomalía en la realidad que casi la destruye por completo. Aun podría hacerlo. Existe un universo que está vivo y quiere ocuparlo todo. Pero intentaré repararla y lograr que todos los mundos vuelvan a autocontenerse. Mi nombre es Douglas Peyton.
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