El camino de la libertad

El camino de la libertad

Gato

09/08/2019

Vamos caminando…

El sol dora nuestra piel, y la tormenta de polvo por momentos dificulta la vista puesta en el horizonte.

Soy Antoine, Francés nacionalizado español. Mi esposa se llama Ana alvez

Un día como cualquiera, se convirtió en el principio de un cuento de hadas.

Hacía más de siete años, que buscando vivir una gran aventura en España, salí de mi casa, en un barrio pobre de Lion. Me dirigí a los pirineos del sur de Francia, y atravesé la frontera ilegalmente, con tan sólo unas monedas, y una mochila al hombro.

En Madrid la conocí…

Fue en una plaza concurrida, y era un sabado por la mañana, cuando la vi caminar cerca de mí.

Me atreví venciendo mi timidez, y le hablé.

Ese día ocurrieron muchas cosas, pero Fue el principio de nuestra historia.

Vivimos un tiempo en la capital, después de casarnos, y emigramos a una pequeña aldea, donde Ana recibió una herencia familiar.

Disponíamos de una granja, buenos vecinos y una paz maravillosa en la provincia Española.

Todos los días contemplábamos la belleza de la montañas, cerca del pueblo, y solíamos pescar en el río.

La vida y la alegría de cada día, nos sonreían.

Ahora, es temprano por la mañana, y el sol es demasiado fuerte, por lo que ha despejado el terrible frío que sentíamos durante la noche.

Hemos viajado una cantidad desconocida de kilómetros.

Cansados, nos mantenemos de lo poco que nos queda. A veces me alejo de la cabaravana, y cazo alguna liebre. Hay días, que no hemos comido. Mis hijos lucen sucios y empolvados.

A veces en la lejanía. parece escucharse un gran estruendo. Imaginamos bombas estallando, soldados combatiendo y disparando, civiles gritando y corriendo.

La guerra civil parece envolver a la península completa.

Las tormentas de polvo, ocasionalmente nos cubren en él camino.

Llorar, lo hemos hecho, pero nuestros ojos sufren sin poder derramar lágrimas. Están agotados y secos, sin animos de ser más expresivos.

Nuestra mente imagina llegar a un lugar seguro. Muchos pensamos en llegar al mar, y desde un puerto seguro, abordar hacia América, dejando atrás nuestra Amada tierra.Todos los días oramos, esperando continuar con vida un día más. Viajamos en carretas, a pie, y como podamos. Hay enfermos, heridos y hambrientos en la caravana, que se extiende por kilómetros en tierra desconocida. La planicie luce como un desierto interminable.

Aún en nuestro oídos, se oye el estallido de las bombas, el sonido de la metralla, el olor a pólvora, y los gritos de gente corriendo por la calle buscando refugio, cuando el ejercito atacó la aldea.

Durante días se oía el llanto de muchas personas en muchas casas, y sabíamos del dolor, por el que pasaban. Imaginábamos la tragedia. Cuando huimos, no hubo tiempo suficiente de enterrar a todos nuestros muertos.

Hemos oido que acabaron incinerados o en una fosa común.

En momentos de tranquilidad, cantamos alguna canción de la que nos acordamos.

La esperanza, no ha muerto aún.

Dios nos guía, y el deseo de sobrevivencia, nos da el coraje para no detener nuestro nuestro paso.

La sonrisa de Ana y mis dos hijos, a veces luce como forzada, como una mascara sobre puesta en un rostro permanente en el dolor y la tristeza, pero esa sonrisa, me anima.

Los rostros sucios, atormentados y desdibujados de miles de personas en fila, luchan, buscando abrir um camino cada día, hacia la libertad.

Mañana; empezaremos de Nuevo.

En memoria de las víctimas de la Guerra civil Española.

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