Decidí acompañarte en este viaje, a pesar de ser consciente de que tu destino final estaba rotundamente claro y sin embargo no tenía ni idea de cómo ni dónde terminaría yo. Algo sabía del incierto recorrido, de lo duro y triste del paisaje, mucho me hablaron sobre mi dudosa preparación para afrontar etapas interminables. Aun así, resuelta a acompañarte, a sostenerte cuando fuera preciso, tomé tu mano con fuerza y comencé a caminar a tu lado.

Hace ya mucho tiempo que estamos en esto juntos. Algunos dudaron sobre mi resistencia, para ser sincera yo misma he dudado en infinitas ocasiones sintiendo unos deseos insoportables de salir corriendo, de huir cobardemente, pero aquí sigo. Hemos recorrido innumerables lugares, al principio los más conocidos, enredando después los recuerdos con pintorescas historias que construíamos cuando tu mente iba convirtiéndose poco a poco en un inmaculado lienzo.

Ahora nuestro viaje transcurre por lugares lejanos que nadie conoce, viviendo aventuras que solo nosotros entendemos.

Son muchos años, días, horas de rotunda dureza pero también nos hemos reído, mucho, muchísimo, cantando todo lo que se puede cantar e inventando nuevas letras para las canciones cuando olvidábamos las originales.

Hemos jugado a que nos daba igual, que no importaba que, aunque yo me empeñase en aferrar fuertemente tu mano, tu viaje avanza inexorable hacia el final y en algún momento tu mano se soltará de la mía, entonces comprenderé que has llegado, que ya estás en donde tienes que estar y sé que estarás tranquilo y feliz, descansando por fin.

Sólo entonces será cuando tendré que mirar en qué lugar he quedado yo para buscar y emprender el camino de regreso a casa, sola, con las manos en los bolsillos y repasando mi lista de recuerdos para que no se escapen, para que no se borren, para que no me llegue la innombrable enfermedad que todo lo arrasa, que vacía mentes, que tortura al amor.

Y cuando acabe, empaparé mi alma con la certeza de que este es el viaje más largo, difícil, profundo y enriquecedor que realizaré nunca, aunque jamás lo deseé ni imaginé que tendría fuerzas para sobrevivir a él.

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