Viaje al cuerpo de una madre:
Ya hace dos años inicié un viaje. Un viaje que empezó dentro de un viaje. Si sí, todo empezó en un viaje a Mallorca. Una especie de luna de miel. Él y yo solos, mar, una isla preciosa llena de lugares increíbles por descubrir. Recuerdo cuando estuve allí, pensar que no es necesario irse tan lejos para ver paisajes paradisíacos. Fue en ese paraíso donde recibí una de las noticias más importantes de mi vida.
Todo estaba planeado, o al menos eso creíamos. Lugares que visitar, un viaje en barco recorriendo toda la costa, una visita a las Cuevas de Drach, cenas en los mejores restaurantes de la zona. Todo estaba planeado, todo menos él, mi segundo viaje. Mi Eydan. Ya os habréis dado cuenta de que en esta historia no voy a contar mi viaje a Mallorca, a pesar de lo increíble que fue, si no del viaje que allí empezó. Mi viaje al cuerpo de una madre.
Tras unos días con dudas y la posibilidad revoloteando por mi cabeza. Días en los que quise negarlo, olvidarlo y quitarle importancia. Pero al fin y al cabo días…que iban pasando y cada uno de ellos me acercaba más a la realidad. Hasta que llegó el tiempo en el que decidí que tal vez era la hora de salir de la incertidumbre.
Volvimos de la playa, estábamos allí en esa habitación de hotel tan lujosa, en la que parece que estas en una película. Tras una espera de 5-10 minutos vimos las famosas “dos rayitas”.
– ¿Estás segura de que son dos?
– Ay! No sé, la segunda está un poco borrosa, a lo mejor no. Seguro que no.
– ¿Y qué hacemos?
-Esperar más por si se va borrando.
-Esto cada vez se ve mejor…
-Ya sé, le enviaré una foto a mi hermana. Ella ya tiene dos, sabrá algo de esto.
– ¿A tu hermana? ¿qué dices? Lo va a saber … ¿qué va a decir? Lo sabrán todos.
– Lo necesito, no sabré llevar esto sola. Ya está, se la envié.
(bip bip)
- Es ella, “embarazadísima”. – Respondió.
Y así empecé un viaje sólo de ida. Un viaje inesperado, mágico, abrumador, agotador, loco, inigualable, sacrificado y un viaje en el que encuentras la razón de ser para el resto de tu vida.
La mayoría de las mujeres hemos pensado, imaginado, soñado, al menos alguna vez en la vida en ser madres. Al menos yo sí. Era y es algo que sí quería. Pero si soy sincera no en ese momento, ¿acaso hay un momento? Pero… las cosas llegan. Aunque reconozcamos que esos viajes inesperados que nos pillan por sorpresa muchas veces son los mejores.
Este viaje te lleva a sitios y situaciones que nunca has vivido, a sentimientos desconocidos, te lleva hasta dentro de ti misma. Te cambia, cambia tu vida, tu forma de vivirla, tus rutinas, tu manera de ver el mundo, cambia tu alma y hasta cambia tu aspecto, ¡vaya! Si cambia. Deja marcas de por vida. Señales en tu abdomen, donde creció plácidamente hasta salir al mundo. Y es ahí cuando él empieza su viaje, el viaje de la vida, en el que los primeros años de su vida tú eres su piloto.
Tratas día a día de hacer las cosas bien. Sin manuales, sin experiencia previa, sin la posibilidad de ensayo error. Porque lo que tienes ahora contigo es algo grande, aunque a la vez pequeño, es una nueva vida, una personita diminuta que necesita sentirte, olerte y ¡hasta comerte!
Dejas atrás la vida como la has conocido hasta ahora. Deja de ser TU vida, para convertirse en NUESTRA vida. Porque a partir del día en que conoces a esa personita que ha crecido dentro de ti, invadiendo tu cuerpo y tú corazón, sabes que por nada del mundo serías capaz de separarte de ella.
Hablamos de lo bueno, pero también de lo malo. En este viaje el camino no es solo cuesta abajo, no todo va rodado sin frenos, también hay cuestas y muuuchas cuestas. Momentos en los que te invade el miedo, el cansancio, el dolor, el estrés… Momentos en los que parece que ya no vas a poder seguir, pero sigues. Siempre sigues hacia adelante. Porque este viaje es y será el mejor viaje que puedas hacer en tu vida.
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