La vuelta.

«¡Hasta pronto Barcelona! Qué mal huele en este avión, es horrible. No es una caca de perro en un zapato, no. Alguien tenía prisa, qué asco. Si encima hemos salido con retraso, qué manía con las prisas…»

«Aquí la caída parece blandita, este es un buen sitio. ¿Dónde esconderán los enchufes? Dicen que el asiento tiene cargadores USB, pero ni delante, ni detrás, ni debajo, ni a los lados… Aquí hay una plaquita. Y dos ranuras. Voy a ver. No. No se conecta nada. Vaya».

«¿Ya hemos llegado? ¿pero si acabamos de despegar? Este olor es nauseabundo. Ya me había dicho Candela que ha leído que ponen los aires tan fuertes para soportar los olores, si no esto sería aún peor, y más con el calor que hace».

«En las montañas moradas no, que será muy difícil que nos encuentre. Qué bonitas las montañas, qué de curvas. Qué mareo. Y qué miedo caerse aquí. Y qué peste por dios, ¿serán pedos? Es horrible, ya no sé que hacer para no pensar en ello».

«Si me bajo aquí estoy más cerca de casa, pero claro, el coche en el aeropuerto, no es plan. He visto Inca, pero no sé si lo del fondo era Binissalem, parecía, por el tamaño, aunque no sabía que estaba tan cerca de las montañas. Claro que si echo a andar… sí que está cerca sí. Qué pena no haber hecho foto. ¿Podemos rebobinar un momento señor Piloto? Bueno no, no no no, que huele fatal».

«¡Aquí sí que no! Qué campo más feo, hasta ha salido borroso. ¿Quién vivirá en estas casas entre tanto campo seco? Payeses agricultores, imagino. En algunos hay ovejas. Pero vamos, que aquí no, además ya estamos llegando a Palma, ya es tontería caerse».

«¡Aterrizamos! ¿Es que nadie mas lo huele? Esto es tremendo, alguien se está pudriendo por dentro».

«Pues ya está. No me lo puedo creer, han apagado los aires, debe de haber cincuenta grados aquí dentro, ¡y esta peste! Bueno, que abran ya, ¡queremos salir! ¡Hola aeropuerto de Palma!»