Veo que ya tienes listas las maletas, el pasaporte junto con los documentos importantes en la carpeta y una bolsa llena de golosinas y alimentos rápidos para degustar durante el camino.

¿Creíste que no te acompañaría en este viaje? ¿Cómo que este viaje era precisamente para olvidarte de mí por un rato? Está bien di lo que quieras, de todas formas, te estaré esperando en el auto.

Soy la tristeza, tu más fiel acompañante de un tiempo para acá. A cada lado que vas ahí estoy, incluso si lograras encender el auto y marcharte sin mí, te prometo que te alcanzaré en la primera gasolinera, me sentaré en el asiento del copiloto, pondré alguna estación de radio que te recuerde a mí y podremos continuar el viaje.

Por la comida y los gastos referentes a ella ni te preocupes, yo me encargaré de que no tengas hambre. Cada que entres a un lugar, yo estaré ahí para abrirte la puerta y dejarte pasar primero. A cada museo que vayas y cada monumento que conozcas yo estaré ahí para recordarte que no estás bien, aunque así lo creas. Y a pesar de que trates de pensar que no es nada y que estás bien, yo me encargaré de recordarte que soy la tristeza; esa nada que duele.

¿Por qué no regresamos al hotel y dormimos un rato? Lo sé, es medio día pero que importa igual yo te quitaré las ganas de todo, te haré sentir agotado y exhausto sin siquiera hacer nada. ¿Realmente quieres ir a la playa? Está bien, ve; igual las olas te recordaran a mí.

Acepta que esta relación entre tú y yo ya es formal, ¡tanto tiempo y aun me niegas! Te acompaño al trabajo, a casa de tu madre, al cine, al supermercado, incluso a estas vacaciones y aun me niegas ante los demás. Cuando te preguntan si vienes solo dices que sí, cuando pides una mesa especificas que es para uno, y finges siempre que no estoy contigo.

Acepta que ahora somos dos, tú y yo. Acostúmbrate a que te acompañare por mucho tiempo y es mejor que te hagas la idea de que yo apareceré en tus fotos, te esperaré en el auto, me sentaré a tu lado los domingos en la iglesia, y si pese a eso aun tienes ganas de salir con tu familia y amigos, o tal como ahora: hacer un viaje, no te preocupes, yo también estaré ahí.

Lo creas o no, ser la tristeza es un trabajo duro. Encargarme de seguirte el paso todo el día e incluso toda la noche es exhaustivo. Entonces, si en algún momento durante este viaje mis ganas de estar pegada a ti todo el día no son suficientes para cumplir con mis tareas, pues no te preocupes; te estaré esperando en la habitación del hotel, recostada en mi lado de la cama para rascarte la cabeza y acariciar tus sueños mientras duermes. Y mejor aún, para estar ahí cuando despiertes.

No te preocupes, no eres el único que almuerza, come y cena con la tristeza, que la lleva al trabajo, a casa de su madre y a la iglesia, no eres el único que va al cine con ella o que la invita a dar un paseo, tampoco eres el único que duerme con la tristeza y que despierta con ella, y mucho menos el único que se va de vacaciones con ella. No eres tan especial.

¿Cómo que te quite las ganas de hacer este viaje? Está bien, volvamos a la sala de tu casa a ver televisión, por mi mejor.

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