He llegado a creer que las fobias no lloran y sé que cuento con los argumentos suficientes para defender mi idea. Verán, comencé a plantearme esto cuando apoyé la punta de mis zapatillas en un avión Alitalia de un tamaño como éste , avión que sin embargo se quedaba pequeñito ante mi movimiento, movimiento lo suficientemente solemne como para que dos fobias se peleen. La primera fobia, se llama olorpiefobia, se sobreentiende que es un gran miedo a que tus pies produzcan un olor terrible, pero ojo, no la confundan con la podofobia(miedo a los pies) ni la bromodibifobia(miedo a los olores corporales), fobias distintas que sin embargo yo podía despertar en otras personas si me quitaba las zapatillas. Mi O.P.F(olorpiefobia) se enemistó fuertemente con mi (aerofobia) A.F, flagelo que me había atormentado toda la semana anterior al vuelo. La lucha fue breve pero intensa debido a que en el ascenso mi A.F ganaba brutalmente la batalla a mi O.P.F, no obstante cuando el aéreo se estabilizó, mi compañero de vuelo me aconsejó que dejara mis pies al aire libre, lo hice, seguido de una inhalación onda de chequeo de olores que impugnó de olor a cheddar a mis fosas nasales, mi peor temor, aunque era imposible debido a que me había duchado bien antes de salir hacia el aeropuerto, además de haber colocado una cantidad de talco discreta pero suficiente para tapar una peste en caso de que esto ocurriera. Obviamente el olor no me pertenecía, pertenecía al queso de las papas del niño de atrás de mi asiento pero mi miedo era tan fuerte que no me dejaba darme cuenta de eso, fue peor aún cuando comenzó la turbulencia y el cheddar se esparció por el piso del avión. Lo que llevó a que la azafata se enfadara y comenzara a dirigirse como un tren hacia el chico y a mí hablando una italoespañol que le causaba total homenaje a las lenguas romances o latinas vulgares.

La golpeé en la nariz, se la rompí, a mi compañero de asiento le hice lo mismo, y al niño detrás le di una bofetada con todas las fuerzas que me quedaban para que aprenda a no traumar a los compañeros de vuelo.

Obviamente fui redimido por los guardias de seguridad, ahora me dirijo hacia la Argentina con un montón de cargos en contra y seguramente, si llego, me alojará un psiquiátrico por un tiempo. Pero cada puto golpe valió la pena. Fue tan gracioso ver cambiar la cara de disgusto de la gente a una cara de asombro cuando vieron volar a la azafata por los aires a causa de mi puño, no tardaron nada de en llevar sus manos desde su nariz hacia su cabeza.

En cuánto a mis fobias fallecieron ahí pero era tan fuertes que en su kamizicio o sacrificio despertaron fobias en todos los demás pasajeros, algunos ahora tienen miedo a que yo me suelte y golpee a alguien o a que sea una de esas personas que intentan voltear aviones. Otros están inquietos y dicen que hace media hora debíamos llegar, otros lloran angustiados y es raro porque lloran aunque nadie se haya muerto sin embargo sus fobias que han perdido a dos heroicas soldadas están ahí sosegadas trabajando sobre sus víctimas sin rendirle una lágrima siquiera un rictus infeliz.

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