Un amanecer neblinoso.
La luz del día hería mis ojos, caminé con la mirada extraviada.
En los límites de las cumbres disueltas estaba la ciudad a la que quería llegar.
Me alimenté de hojas y semillas esparcidas por el viento y del agua que brotaba de las peñas.
Hallé una gaviota muerta que devoré insaciable.
Me sabía en la ruta correcta hacia La Fantástica Ciudad Central envuelta en el horizonte entre hálitos de niebla lluviosa.
OPINIONES Y COMENTARIOS