Pues que tarda el castigo providente,
Pues que el castigo viene lentamente.
CANTO XXXIII – Verso 81
La Divina Comedia – Infierno
Dante Alighieri
No sufrió, creo que no sufrió. Cuatro tiros a quemarropa en el estómago, uno en el pecho, dos en la cabeza. Supongo que al primer tiro o al segundo, no supo más. El dolor habrá sido intenso y no, no se lo esperaba. No se lo esperaban. Los esbirros venían detrás, primero uno, el otro, el otro y los dos imbéciles que miraban sin entender. A D fue al único que lo deje vivir. Es abuelo, tiene familia. Una hija, dos nietos. La mujer. Aún está casado. Lo esperaban en casa.
A los otros no y a él menos. Se cansó de hostigarme, humillarme, maltratarme, frente a los otros. Solo nunca, solo no se atrevió. Solo no. ¿Debió sufrir? La maldad se paga acá, no en otro lado. De este lado, los hijos de puta deben morir acá. Si me hago el loquito, me darán cuatro, ocho años, no sé. Habría que ver tengo testigos. Hasta eso, tengo testigos.
La hijaputez se paga acá, de este lado. No del otro. Acá. Los hijos de puta la pagan.
Primero lo vi reírse de las chicas de Contabilidad, Lola y Juani me caen bien. Son buena gente. Siempre preguntan por mi familia y las vacaciones, del tiempo hablamos del tiempo. Hoy hace sol, el finde llueve. Malo. Malo. ¿Viajaste bien? ¿Algún problema? Me gusta hablar con ellas.
No se reía delante de ellas, lo hacía por atrás. Que el culo de una, que el marido de la otra. Y los otros se reían con él. Y al reírse me miraba para ver que decía yo, y yo nada. Me carcomía por dentro pero nada. Al principio, sufría. Y después hacía como que no escuchaba.
Lo vi un día dándole leche a la gata del taller que parió, al otro día la gata apareció muerta. Y los gatitos nadie más lo vio. La culpa fue mía pensé que se sensibilizaba, nunca imaginé. Maldito, hijo de puta.
A los esbirros, les hacía el juego. Por delante mucha risa, por detrás hablaba mierda de ellos. Y ellos se reían. Yo no me reía. Empezó así, pero conmigo se animaba. Lo hacía delante de mí, delante de ellos. Para humillarme. El poder tiene eso, a algunos se les sube a la cabeza. Este no, simplemente era un maldito hijo de puta que disfrutaba. Disfrutaba maltratando, humillando y el coro de los otros riéndose. Los esbirros.
Una y otra vez… reían y reían.
- Ramírez, ¿es una carnicería?
- Sangre en las paredes blancas, en el piso. Uno, dos, tres, cuatro cuerpos.
- ¿Quién habrá sido el primero?
- ¿Importa, Jefe?
- Ocho tiros, tres orificios, dos y el último siete o más.
- ¿Se lo esperarían?
- Ni idea.
- Dicen que el tiro que no se escucha, es el que te mata.
Abril 2019
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