El diablo viste de blanco

El diablo viste de blanco

Mónica DP

30/04/2019

Se siente sola, pone los dedos sobre el teclado, buscando con quien hablar esa noche, tiene suerte, o eso piensa ella. Un chico rubio, alto, ojos verdes. Era guapo, pero también simpático y gracioso.

No estaba preparada para lo que le esperaba con ese chico, con el que se quería citar, para olvidar antiguos sentimientos demasiado dolorosos para ella. Qué ingenua, con sólo veinte años…

Al otro lado del portátil, ahí estaba él, realmente era quien salía en las fotos, en eso no mentía, pero un oscuro pasado le perseguía. Expresidiario por ser ladrón de guante blanco, violencia de género, robos con agresiones, así sumaba hasta seis hojas de antecedentes penales. Alma oscura, corazón destrozado. Sólo el alcohol y las mujeres le hacían olvidarse de su mísera vida, aunque sólo fuese por un momento…

Pasaron toda la noche hablando, había algo que los atraía mutuamente, se enamoró de él esa misma noche. Quedaron en verse ese mismo fin de semana, en un pueblo cercano.

En una discoteca se citaron, sonó su móvil – ¿Si? Ok, salgo a la puerta.

Al salir se chocaron, ahí estaba él, vestido de blanco, parecía un ángel. Sus ojos se encontraron, en el estómago de ella había algo que llevaba tiempo sin sentir, esas mariposas de las que todo el mundo habla. Esa noche pasó rápida, sus cuerpos se atraían, nada les impidió salir para fundir sus almas en una. Ella sentía que estaba enamorada, que él la llenaba en todos los aspectos. Ese desconocido le pidió irse a la ciudad con él, y ella aceptó sin dudarlo.

Entró en su casa, en su vida, en su cama. A las semanas se dio cuenta de que algo pasaba, él desaparecía por las noches, a si que un día le pidió explicaciones. Él le contó su oscuro pasado, y ella ciega de amor creyó que podía ayudarlo…

La arrastró sin darse cuenta por su mal camino, hiban juntos y un compinche a robar por las noches, pensaba que así era más seguro para ambos. Una noche los pillaron, la policía apareció, hablaron con ella, le preguntaron si estaba con ese ladrón por voluntad propia… – ¿Que diablos significa eso? Claro que sí, yo le quiero… – El policía le puso cara de pena, los dejo ir, pero antes le dio un aviso a ella.

– Aléjate de él, ¿no te das cuenta de que no te conviene? Lo peor de todo es que te darás cuenta cuando sea tarde… – No entendía muy bien qué le quería decir con aquello, pero ignoró su advertencia y siguió a su lado.

Pasaron dos meses, todo era perfecto, pero algo pasaba en su interior, se dio cuenta de que estaba embarazada. Con nervios, se lo contó, su reacción no fue lo que ella esperaba, le pidió que abortara. Con pena en su alma fue a una clínica, e intervino su embarazo, a sabiendas de que ese chico ya no le convenía pero aún así se dijo… – Quizás él cambie ahora.

Sí que cambió, ahora pasaba todos los días ebrio, salía los fines de semana a las discotecas y a ella la dejaba en casa. Claramente le dijo que no la quería, pero ella, pobre alma en pena, pensaba que cambiaría. Volvía a casa a las tantas de la madrugada, con olor a otros perfumes, y marcas de carmín en su camisa. Ebrio sí la quería, la acariciaba y la besaba con la pasión que ella anhelaba, y así otra vez lo perdonaba… Se volvió agresivo, la cogía por el pelo, le gritaba

– ¡No te quiero! – Ella lloraba desconsolada, mientras él le sacaba mil defectos.

– Tu cuerpo es orrible, tu rostro feo, no vales para nada, quiero que te vayas… – No habían más lágrimas por derramar, deprimida, sola, creyó todo lo que le decía, pero por las noches le pedía que se quedara y ella aceptaba.

Pasaron así otros meses, sus cambios de personalidad la fustigaban como mil látigos. Ya no quedaba ni la sombra de lo que antes era, esa niña inocente, cariñosa, alegre… Ahora en su rostro solo había tristeza, en sus pensamientos sólo desdicha, en sus labios el sabor amargo del tabaco y la cerveza. Miraba por la ventana el horizonte, en su mente sólo había una palabra ¡ayuda! No sabía cómo escapar de aquel agujero negro que la absorbía, pasaba las noches en vela planeando su propia muerte, ¿una caja de pastillas?, ¿ponerse delante de un tren en la vía?… Ya con las pastillas en mano, se tomó una para conciliar el sueño, le pareció poco y se tomó otra para ver si le hacía efecto. Por fin se quedó dormida, y en un sueño revelador, su madre le decía como escapar de aquella vida.

Por la mañana armada de valor, hizo la maleta, y esperó a que él llegase para por fin dejarle. Abrió la puerta, y la encontró sentada en una silla, con su maleta a un lado. Sus pupilas se dilataron, le preguntó con sorpresa

– ¿Que haces?

+Por fin voy a dejarte.

Le contestó ella, con una calma y un valor que hacía tiempo que no corría por sus venas. Se veía incluso alegre, radiante, tenía muy claro lo que quería, que era desaparecer de su vida.

Él no daba crédito, le pidió que se quedara, ya no sabía que hacer sin ella. Negó con la cabeza, cogió la maleta y se dirigió a la puerta. El chico sin alma, sin corazón, sollozó, a ella le sorprendió aquello, si tantas veces le dijo que no la amaba, tanto daño le hizo, y ahora ¿sollozaba?

– No estés triste, te perdono.

Él apretó la mano en un puño, golpeó la puerta justo al lado de su cabeza. Ella dio un respingo, pero eso no le impidió salir por la puerta… La siguió y le pidió por favor acompañarla a la parada del bus. Siguieron los dos caminando en silencio, sólo se oía el ruido de las ruedas de la maleta por las aceras. Llegaron a la parada justo cuando el bus doblaba la esquina, cargó la maleta en el maletero, subió por la escalera sin mirar atrás. Una vez en marcha, por la ventana decidió dedicarle una última mirada, aquel ser sin corazón estaba llorando, se dio la vuelta y emprendió el regreso a su casa.

A ella le brotaban las lágrimas por las mejillas, pero no por tristeza, sino de alegría. Por fin había acabado aquella tortura, por fin era libre para ser feliz de nuevo, recuperar algunos trozos de su antigua personalidad y forjarse una nueva vida, sabiendo, que ahora, era mucho más fuerte.

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