Mientras esperaba el autobús de la ruta que la llevaría a su casa, Ana repasaba en su mente lo que iba a necesitar al día siguiente para su grupo de prácticas escolares. Además, tenía la preocupación de algunas tareas que había que entregar esa semana, pues siendo alumna del último semestre de la Normal, preparaba su Informe de Prácticas el cual es requisito fundamental para titularse.

Miró su reloj y exclamó — ¡Ya tardó el camión!—, sin embargo, al momento que decía esto, el susodicho aparecía en medio del intenso tráfico, y haciéndole Ana la señal que indicaba que se detuviera, lo abordó para iniciar el viaje de regreso a casa.

Al subir encontró que el autobús venía repleto de personas. La razón era que a esa hora, una gran cantidad de trabajadores regresaban a casa después de una jornada de trabajo, por lo que no hubo más remedio que hacer el viaje de pie, tratando de hacer un esfuerzo por sostenerse con una mano aferrada al pasamanos y con la otra, abrazando sus libros de consulta que no encontraron espacio ya en su atiborrada mochila.

Cabe señalar que esta escena no fue suficiente para que sus compañeros de viaje consideraran la feminidad de Ana, ni tampoco el verle luchar por mantenerse verticalmente, (esto último, gracias a la forma inmoderada de conducir por parte del conductor del camión), de convencer a varios “caballeros” que venían cómodamente sentados el que tuviesen algo de consideración para cederle el asiento. Pues haciéndose los dormidos o concentrados en su celular, evadían algo que no tiene nada que ver con la igualdad de género, sino que simple y sencillamente tiene que ver con educación.

Por lo tanto, fueron varias cuadras del trayecto a su casa en las que Ana sufrió desde apretujones hasta pisotones. Porque por más que el conductor del autobùs invitaba a la gente que iba más lejos a que se corrieran hasta el final del camión para que permitieran el paso a los que iban bajando antes, al parecer en el autobús viajaban una gran cantidad de personas con discapacidad auditiva o como dicen en mi pueblo “hacían como que la virgen les hablaba” porque no se movieron ni un centímetro ignorando así la recomendación del conductor.

Por fin se desocupó un lugar y la mano que había sostenido a Ana en el pasamano durante todo ese tiempo, ya presentaba cierto cosquilleo que era un signo de que se estaba entumeciendo, de tal manera que si la mano hablara, agradecería ese espacio vacío para que Ana lo ocupara.

Ya sentada, acomodó en sus piernas la mochila así como los libros que llevaba. Posteriormente, buscó su celular en el compartimiento interior de la maleta con la intención de revisar qué había de nuevo. Sin embargo, notó algo inesperado: su preciado aparato no estaba en el lugar donde lo había dejado. Tal hallazgo, hizo que una sensación semejante a la de un toque eléctrico, recorriera toda su espina dorsal, que después se convirtió en descontento para terminar en tristeza. Y es que descubrió que por descuido, había subido al autobús con el cierre de su mochila abierta, permitiendo así el acceso a miradas indiscretas hacia el interior de su maleta y mientras ella iba de pie en medio de la masa de gente que la rodeaba, una mirada malintencionada movida por una ambición desmedida, aprovechó para apoderarse de tan fino aparato.

No es extraño decir que el resto del viaje, Ana lo hizo muy desconcertada. Se le veía una mirada perdida; como si fuera viendo sin mirar. Tan es así, que no disfrutó del breve show de dos payasitos que subieron al camión con el fin de que ellos se ganaran unas monedas haciendo pasar un rato agradable a los pasajeros. Y es que en ese momento, por su cabeza se agitaban un sinnúmero de cuestionamientos que iban desde el qué dirían sus papás acerca de lo ocurrido, o de que ya no podría recuperar datos importantes que estaban en el celular como eran: fotos, números de teléfono, la información que había descargado para su informe de prácticas cuestiones que solo a ella le importaban.

No se puede negar que fue un descuido por parte de Ana el no haber tomado la precaución de cerrar bien su maleta. El viajar con personas desconocidas que muchas veces no se van a preocupar por los demás, debe ser una razón importante para andar con cautela. Su descuido le dio una lección, pero con ella, también le vino una nueva deuda pues ahora había la necesidad de adquirir un nuevo celular, pues dicho aparato se ha vuelto algo muy útil, —aunque algunos dirían indispensable— para la comunicación humana.

Y para quien le quiso dar a Ana una la lección de ser más cuidadosa, lamentablemente el celular fue bloqueado. No le podrá ser útil. Lástima. Cupón no ganador. No lo vuelva a intentar.

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