12 de marzo de 2019
Las cosas han empeorado, allá han pasado 5 días sin luz, sin agua, toda la comida se ha podrido, los cajeros no sirven, pero lo peor no es solo eso, lo peor es que no hay redes y sin redes no sabemos cómo están allá ellos, si ya pasaron de estar viviendo a estar sobreviviendo.
13 de marzo de 2019
Ya pudimos comunicarnos con uno de ellos, pero solo por unos minutos ya que sigue sin haber luz y ella estaba utilizando los datos de reserva de su móvil.
Me dijo que estaban bien, que no tenían mucho en la nevera por lo que la pérdida fue mínima. Eso me preocupo, pero me alivio saber después que por lo menos ella, que tenia dinero, estaba ayudando a nuestro hermano y los niños, que aun en la penumbra, había algo de luz y solidaridad que hacía menos oscura la espera.
El alivio y la preocupación estaban mezcladas en mi corazón: alivio al saber que estaban ilesos, preocupación porque no sabia hasta que punto iba a durar la comida y el agua si seguían sin luz.
15 de marzo de 2019
Supuestamente ya se restableció el sistema eléctrico, supuestamente ya tienen agua. Digo supuestamente porque no he podido hablar con ellos, pero todas las noticias del Instagram y Twitter son sobre el restablecimiento de energía en algunas partes del país. No obstante, ya no sé que creer ni en qué o quién confiar, he visto fotos y vídeos terroríficos la última semana, niños y adultos comiendo los alimentos en estado de descomposición, algunos duchándose con agua que podría estar estancada, pacientes muriendo en plena cirugía o en espera de una, familias enterrando a seres amados en la tierra porque ya ninguna morgue puede mantener los cuerpos. Cada vídeo más grotesco que el anterior, cada mensaje y cadena de Whatsapp más desoladora, cada noticia más sensacionalista que otra: que si la fuente de energía que provocó todo el apagón se fundió por abandono, según los resignados, que si el apagón fue causado por manipulación eléctrica, según el gobierno, que si fue una estrategia de control, según la oposición, que fue una estrategia de distracción del ejército americano para entrar a Venezuela, según los pro-gringos…Estoy harta de cada noticia, cadena e imagen viral de esta última semana, no he podido dormir de la preocupación, de saber si al final de la semana ellos me contestarían el móvil, de si los bancos dejarían de funcionar y ya no podría enviarles lo poco que puedo. Estoy harta de la crisis política y humanitaria de mi país. Me fui porque quería dejar de lado la preocupación y el miedo sobre Venezuela, pero parece que estos se colaron en mi maleta, porque desde que estoy no he dejado de sentirlos. Es más, la distancia los refuerza, porque por lo menos viviendo allá sabia a lo qué había que temerle, pero aquí…aquí temo, no por mí sino por ellos, pero no sé a qué o a quién temo exactamente.
16 de marzo de 2019
Por fin pude comunicarme con él (y su familia). Todos se veían bien, sanos, pero sabía que eso no significaba que lo estuviesen. Él me dijo que estaban bien, que la comida que tenían cuando sucedió el apagón era en su mayoría enlatada, por lo que comían lo que abrían. El miedo en mi pecho se hizo un poco más liviano.
No obstante, cuando le pregunté por los niños y la comida, él bajó la voz y me dijo: “Nosotros ya estamos comiendo una vez al día, preferimos dárselo todo a los niños” Esas palabras presionaron el espacio de mi corazón antes liberado. Me hice una nota mental de no volver a publicar fotos en el grupo familiar de los platos que la abuela nos cocinaba a nosotros aquí, ya sentía que parecíamos torturadores, enviando fotos de cosas que allá ya eran intangibles. Seguí hablando con ellos, me reconforté un poco pensando que por lo menos los niños estarían llenos, que no sabrían lo que es pasar hambre, como ya conocían sus padres.
Pero, cuando ya iba cerrar la vídeo-llamada, mi sobrino menor, nuestro bebé de apenas 4 años,empezó a gritar mi nombre con fuerza, por lo que mi hermano le pasó el teléfono. “¡Tíaaaaa! ¿Y abela (abuela)? ¿Y shisho(Maurizio) y bela (Isabella)? Ese bebé, me saca sonrisas con su media lengua, me alegré que por lo menos parecía ajeno al mundo de los adultos y su alrededor, tan hostil. Le dije que mis hijos estaban en el colegio, que después hablaría con ellos. Pasó un rato sin hablarme y cuando iba a cerrar porque pensé que estaba bromeando, me dijo fijamente: “Tia, me hashes un favor” Yo respondí que claro, pensando que sería una ñoñería o un juguete, pero lo que me dijo con su voz aguda e infantil, a modo de suplica, fue: “Tía, envía chocholate porfavo’. Envía los de colores, poque aquí no hay ni uno de eshos”
Esa simple petición, que para mí fue una súplica, me terminó de romper el corazón. Casi se me salen las lágrimas del dolor, pero podía ver la cara de incomodidad de sus padres detrás de él, por lo que me tragué las gotas saldas y le pregunte: ¿Pero mijo, tú solo no te comiste toda la torta (pastel) que te hizo tu papá ayer? Pero, él pequeño, inocente e inteligente me respondió: “Shi, pero no era de chocholate, poque chocholate ya no hay”
Cuando acabe la vídeollamada, al borde de las lágrimas, pensé como los adultos nos equivocamos pensando que los niños son ajenos a los déficit de este mundo, pero no, ellos saben que existen solo que no los entienden. Antes pensaba que mi sobrino no
Era consciente que nosotros estábamos en otro país y por eso hablábamos por móvil, no sabía que mentira le decían sus padres pero pensé que no era consciente de la realidad. No obstante, me equivoqué, él, a sus cortos 4 años de edad, ya sabe que hay ciertas cosas en su casa y en su país que ya no puede comer, que una vez probó y que ya no hay, y también entendió que yo y mis hijos somos los únicos que podemos enviarles aquello que les falta.
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