Un sueño que nos conecta

Un sueño que nos conecta

Didi Sun

27/03/2019

Rocío, ese es mi nombre. Raro no? Que un simple nombre, a su vez sea la carta de presentación de cada uno de nosotros. Alguien me pidió que me presente, así que acá estoy, sentada en una silla frente a la computadora, tratando de pensar que cosas son las que mejor describan mí esencia, mi persona, mi yo. Lo primero que se me ocurre es decirles a ustedes que soy geminiana. Algunos dirán: “Uh, esta mina cree en todas esas cosas, que ingenua que es” u otros simplemente compartirán mi interés por los signos o astros. Estoy segura que en algún momento, más de uno de ustedes habrá leído en algún lado: “Dime que signo sos y te diré quién eres” o “Qué tipo de signo es compatible con el tuyo”. Claro está que un signo no define en su totalidad a una persona, es probable que existan personas que ni siquiera se parezcan a su signo pero bueno, yo soy una de las que si se identifica.

Ser geminiana es complicado y más aún cuando te dicen la mayoría del tiempo: “Que bipolar que sos, seguro sos de Géminis”… NO, NO y NO. Que cambie de idea sobre algún tema en una milésima de segundo no quiere decir que sea bipolar, simplemente significa que mi cabeza piensa, repiensa y me hace contradecir todo el tiempo. Soy una chica que le cuesta mucho tomar decisiones y por eso siempre, les pido consejos a mis amigas o a mi familia. Es muy hipócrita de mi parte hacer esto porque al final del día pese a todos los intentos de querer persuadirme a mí misma sobre lo que debería hacer o sobre lo que me aconsejan que haga, siempre pero siempre termino haciendo lo que quiero. Esta manera de ser mía, es un gran debate en mi círculo familiar y de amistades. ¿Para qué preguntó lo que opinan si al final de cuentas hago todo lo contrario? Bueno, ni yo lo sé y dudo llegar a saberlo.

Algo que si tenemos en común todos nosotros, seas bostero o gallina, de virgo o de acuario, seas hombre o mujer, es que soñamos. Algunos soñaran con su futuro, otros soñaran con lo que van a comer mañana al mediodía y otros soñaran con que mal les va a ir en el próximo parcial. Uno de mis más recientes sueños estuvo relacionado con un viaje al futuro, pero no era un viaje al futuro típico donde los autos vuelan, donde hay robots que limpian nuestras casas o hasta podría decir un mundo catastrófico donde lo único que hay es tierra, chatarra y un cúmulo de personas que viven en otro planeta llamado Rubén o Sandra simplemente porque eran millonarios y pudieron tomárselas.

Mi mundo era un mundo normal y corriente, sin excentricidades o cosas anormales. Mi Argentina seguía siendo igual de caótica que siempre, con la vacilación de si mañana al despertarme se iba o no todo al carajo. Pese a todas estas similitudes, este mundo de fantasía tenía una particularidad: el ser humano, tal y como lo conocemos, no hablaba. No era por un problema que tenían de nacimiento o porque le habían cortado la lengua sino que no hablaban por elección. La única forma de comunicarse era a través del celular. Podía ver nenes escribiéndole a sus padres lo que querían comer a través de emojis, y también podía ver adolescentes intercambiando fotos suyas con sus amigos para describir sus estados de ánimo; si mandaban una foto sonriendo era porque estaban contentos, si no respondían un mensaje en menos de cinco minutos era porque estaban enojados.

Mientras que recorría las calles de este mundo conocido y desconocido al mismo tiempo, una amiga me mandó una dirección de un café vía mensaje. Mágicamente aparecí en este respectivo café subterráneo con una incertidumbre de lo que podría llegar a encontrar allí dentro. A medida que voy bajando las escaleras, veo personas que suben; algunas de ellas lloraban, otras reían y otras tenían una cara de extrema relajación. Al final de la escalera, encuentro una puerta, me dirijo a abrirla y cuando hago un paso dentro de esa habitación me encuentro a cientos de personas hablando oralmente entre ellas. Algunas estaban gritando, otras estaban riéndose, otros estaban llorando. Sinceramente no entendía que es lo que estaba sucediendo hasta que veo a mi amiga y le pregunto qué es lo que le había pasado a nuestro mundo para que las personas llegarán al nivel de comunicarse únicamente a través de un celular o una aplicación. Su respuesta me hizo despertar y lo que me dijo fue lo siguiente: “Las palabras contaminan al mundo pero solo aquellas que se dicen desde lo más profundo del ser humano; y esas son las palabras que se dicen frente a frente y no a través de una pantalla de celular. La existencia de este café nos permite expresar todo lo que sentimos y salir al nuevo mundo descontaminados sin nada importante que decir”.

Al despertarme de este sueño tan raro, lo primero que hice fue ir a la habitación continua donde estaba mi mamá y decirle al oído: “Te quiero”. Ella estaba durmiendo y no me escucho pero haber manifestado ese sentimiento tan profundo y sincero al mundo, me llenó de energía para escribir esta narración. Somos lo que decimos, somos lo que hacemos, somos lo que manifestamos al resto. Nuestra vida hoy en día es atravesada por la urgente necesidad de expresarnos a través de un celular o de una computadora y a partir de esa necesidad, estamos perdiendo de a poco nuestro propio relato, nuestra verdadera historia. Nos ocultamos detrás de una pantalla y vamos desvaneciéndonos del mundo físico para entrar a un mundo totalmente distinto, un mundo donde no importa quien sos en la vida real sino que lo importante es la pantalla que crees frente al resto. Mi sueño tal vez sea totalmente delirante pero de algo estoy segura, un mensaje de texto o la foto que subas a tu perfil de Facebook o Instagram no define quien sos ni tampoco define quien vas a ser.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS