Un hombre justo se encontraba cabizbajo y meditabundo, tratando de descifrar el enigma de su corta vida, que recién se acercaba a la tercera década. Sus logros profesionales, sin duda habían sido alcanzados con creces y la vida parecía brindarle, en bandeja de plata, todos y cada uno de sus mejores dones y bendiciones. Sin embargo, y como suele suceder a todo ser racional que más allá de su propio instinto, desea siempre superarse y obtener más del universo, sentía un gran vacío en su alma, y su vida parecía no tener más sentido que aquel que día a día nos trae la salida de un nuevo sol. Aquel vacío no podría nunca ser llenado por todos los éxitos profesionales ni personales. Aquel vacío no le permitiría agregar un segundo más a su exitosa pero al fin y al cabo rutinaria vida. Aquel vacío no le permitiría jamás trascender una vez que su vida, en este efímero mundo, llegara a su fin.
Y sucedía así, que cada uno de los pequeños logros que con anterioridad, representaban escalar un peldaño más en su vida tanto profesional como espiritual, pasaron a formar parte de una simple rutina cotidiana. Los éxitos se continuaban y el crecimiento espiritual parecía más bien una consecuencia que un logro.
Y un día, cansado de la vida que le había tocado vivir, y creyente fiel de que el universo dentro de su infinita magnificencia regía el destino de todo ser, alzó su cara al cielo implorando ser escuchado por el Ser Supremo, Amo y Señor de la Creación.
—Señor, Padre mío, imploró, tú conoces hasta el último rincón de mi corazón y sabes muy bien el gran pesar que embarga mi alma. Sabes que no tengo forma de agradecerte todo lo que me has dado y las virtudes y dones con que he sido bendecido. Sin embargo, mi amado Padre, hay algo que quisiera pedirte. Algo que haría sentirme completo y feliz. Algo que daría un real sentido a mi existencia. Algo que me permitiría trascender más allá de mi vida en este mundo terrenal. Un hijo sería, sin duda, el mejor regalo que el cielo y tú podrían darme.
—Amado hijo mio, respondió una voz dulce pero firme a la vez, todas mis bendiciones han sido siempre derramadas sobre ti. Nunca escatimé en dones y virtudes que te permitieran disfrutar la bastedad de mi Creación . Mi amor por ti no tiene límites. Mis planes para ti no incluían la paternidad, pero negarte no puedo el vivir esta extraordinaria experiencia terrenal. Sin embargo mi querido hijo, deberás vivirla con la mayor intensidad que tu estado como ser humano te permita. El ser padre es, sin lugar a dudas, la mejor experiencia que en el mundo terrenal podrás experimentar, pero conlleva también, sin duda alguna, la responsabilidad más grande que ser alguno tenga que afrontar. Una vez que decides aceptarla, jamás podrás negarla ni relegarla a segundo término. Hagas lo que hagas seguirás siendo padre el resto de tu existencia. Es cierto que tus logros y tus éxitos se verán multiplicados con los de tu hijo, pero también sus tristezas y fracasos te herirán hasta devastarte. Es por eso, mi querido hijo, que a fin de que vivas al máximo tu papel de padre en el mundo terrenal que te ha tocado vivir hoy, estoy dispuesto a prestarte a unos de mis hermosos querubines para que te acompañe durante un periodo de tu vida, que será, sin duda, el más intenso y feliz que puedas jamás haber imaginado. No será él, sin duda, un ángel más de mi reino, como no eres tú tampoco un ser más de mi gran Creación. Será, no lo dudes ni por un instante, un ser de luz que aportará a tu vida lo que ningún otro ser podría de otra forma jamás darte. Te enseñará un amor que solo conocerán aquellos seres privilegiados como tú. El verdadero amor incondicional que no solo no espera nada del ser amado , sino que tiene la necesidad constante de dar para subsistir. Un amor que no se regocijará con el ser amado, sino que morirá por él. Un amor que no parecerá justo pero que te enaltecerá día a día. Hijo mio, mi queridísimo hijo , cuando decidí enviarte a este mundo terrenal, te dote de libre albedrío que te permitiera tomar y afrontar tus propias decisiones. Es por eso que a fin de ver realizado tu sueño de convertirte en padre, quiero que seas tú el que elija el tipo de hijo que quieres tener. Deberás escoger entre tres opciones: como primera opción, podrás tener un hijo varón, que te acompañará durante varios años terrenales. Será tu orgullo y compañero inseparable de penas y alegrías. En él tendrás puestas todas tus esperanzas, y será lo más parecido posible a la niña de tus ojos. Verás en él la razón de tu vida, y te dará las fuerzas que necesites cuando sientas desfallecer. Durante toda su vida, disfrutarás de su compañía y lo gozarás en la plenitud de sus facultades. No pasará un solo día, sin que mires al cielo y me des mil gracias por habértelo enviado. Sin embargo, un día, el día que recordarás como el peor de tu vida, tu hijo de apenas veinte años y con pleno uso de sus facultades, deberá regresar a mi lado, donde realmente perteneció siempre. El tiempo del «préstamo» concluirá. El plazo se cumplirá. Un fatal accidente lo devolverá, en tan solo unos minutos, de regreso a mi regazo. Este último hecho te hará olvidar todos los momentos felices que viviste con él, y lo que es más, todos los momentos felices que tu hijo vivió a tu lado. Además, su deceso será rápido y prácticamente sin dolor, lo cual debería ser otra cosa más por lo cual agradecerme. No obstante esto, me maldecirás y flasfemarás, y en tu corazón quedará por siempre grabado un dolor muy grande y un rencor hacia mí … La segunda opción consistirá en un hijo varón que aunque te acompañara durante toda tu vida, no tendrá un desarrollo mental normal. Será un ser de los que en tu mundo llaman «discapacitados». Físicamente presentará solo unos pequeños problemas motrices, suficientes para que cada persona que lo conozca, note en él la discapacidad que padece. Tanto su caminar como su hablar serán más lentos de lo normal, debido a un retraso mental que presentará desde su nacimiento. La sociedad lo etiquetará como un ser con capacidades diferentes, y por lo mismo, lamentablemente se le cerrarán muchas puertas y será excluido de muchos círculos sociales. Como resultado de sus problemas motrices y del habla, deberá tomar diversas terapias y cursos especiales. Sin embargo, será un ser muy feliz, pues él mismo nunca comprenderá sus propias limitaciones. Aunque podrá llegar a la edad adulta, no podrá formar una familia ni ser totalmente independiente, por lo que siempre será considerado una carga para quien tenga que ver por él. Aunque lo amarás con todo tu corazón, en muchas ocasiones te desesperarás y renegarás de mí por habértelo enviado, pues al fin y al cabo eres humano, y como tal tienes defectos y debilidades. Al llegar al ocaso de tu vida, me rogarás que me lo lleve de regreso, pues tu principal preocupación será el partir antes que él, y no poder seguir cuidándolo, pues aunque tuviera hermanos y hermanas, ellos formaran sus propias familias y lo acepten o no representará una carga y una responsabilidad muy grande para quien tenga que cuidarlo. Al final de tu vida, al ver hacia atrás, me agradecerás por habértelo enviado, pues solo él podrá enseñarte un amor que nadie más podría darte … La tercera y tu última opción será un hijo que te acompañará durante treinta años terrenales. Este hijo tuyo no parecerá ser muy afortunado al momento de nacer. Traerá trastornos mentales, pero también serias malformaciones físicas que lo tendrán al borde de la muerte desde su nacimiento. Cuando lo veas por primera vez, me reprocharás el habértelo enviado. Renegarás de él y maldecirás tu vida. El escuchar a los médicos decir que no tiene posibilidades de sobrevivir más allá de un año, te servirá esto de consuelo, más que desaliento. Su vida transcurrirá entre entradas y salidas al hospital, y el verlo postrado en una cama en lugar de estar corriendo tras una pelota como lo haría un niño de su edad, te romperá mil veces el corazón, sin que puedas evitarlo ni mucho menos acostumbrarte a ello. Será un niño especial catalogado como «discapacitado», por lo que sufrirá el rechazo de muchos seres incultos. Este ser requerirá de todos los recursos que tú nunca pensaste tener. No solo requerirá de tu tiempo, sino también de tu dinero, de tu Fe y hasta de tu Esperanza. Sacará de ti sentimientos que nunca imaginaste que existieran, y mucho menos que se albergaran en ti. Será un ser infinitamente feliz dentro de su mundo perfecto. Te enseñará el verdadero amor desinteresado. Aquel amor que no solo duele, sino que termina matando. Te hará pasar por tus peores momentos de depresión y desesperación, pero al mismo tiempo te elevará por lo más sublime del universo al comprender en qué consiste mi Amor por ti. Dudarás de ti, al no sentirte capaz de cumplir con esta misión que te encomendé, y lo peor de todo es que dudarás de mí, al haberte elegido para llevar sobre tus espaldas una carga tan pesada. Y cuando al fin decida llevármelo, volverás la vista atrás y comprenderás por qué te elegí a ti para esta misión, y por qué son tan pocos los elegidos…
>>Así pues, mi amado hijo, la decisión es tuya. Solo recuerda que cualquiera que esta sea, tu hijo lo será realmente mío, y solo lo tendrás a manera de préstamos el tiempo que yo considere conveniente. Y sobre todo, nunca olvides que yo estaré siempre contigo, y mi amor por ti irá más allá de tu vida terrenal.
Tras escuchar atentamente a su Creador, el hombre justo no pudo evitar conmoverse, y sintió cómo las lágrimas humedecían sus mejillas. Una enorme duda lo embargaba ahora. ¿Sería, en realidad, capaz de vivir la paternidad concedida por el Ser Supremo? ¿No se debía su inconformidad más que a un real deseo, a un capricho por desear lo que no se tiene? ¿Hasta dónde llegaría su afán por lograr lo inalcanzable?
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