LA FERIA DE LAS VANIDADES

LA FERIA DE LAS VANIDADES

NOEMI BENGOA

25/02/2019

Escapó de casa porque su padrastro lo maltrataba y terminó llegando a aquel lugar de descomunal alboroto.

Lo primero que encontró fue a una mujer a quien preguntó por el nombre de esa parte del planeta; ella respondió dándose una vuelta para ver quién era.

-Mi buen amiguito, bienvenido a la “Feria de vanidades”. Acá si no compras, vendes; no hay otra opción. Y ten los ojos muy abiertos

– Así lo haré.

-Es un lugar donde a nadie le importas.

-Gracias señora lo tendré en cuenta, respondió Jamé, quien comenzó a recorrer la feria de las vanidades.

Estaba un hombre alto y otro bajo.

El alto era blanco y el bajo era negro; ambos jugaban.

El alto solo tenía que poner la pelota en la cesta, mientras que el bajo tenía que saltar de tal manera que sufría.

Que ventaja del alto, pues nadie lo podía superar y Jamé se asustó.

Pasando por el sitio de alimentos le llamo la atención un zapallo grande y otro pequeño, pensó que el zapallo grande seria para el hombre alto pues los que tiene ventaja también tiene más necesidades y para el bajo el zapallo pequeño.

Jamé no tenía donde cocinar. Aparte que ni tenía dinero para comprar. Y efectivamente nadie notaba su presencia ocupados en sus negocios.

Cansado de andar se sentó en un rincón, cuando diviso dos perros, uno gordito y otro flaco; al gordito lo alimentaban y lo acariciaban por su belleza, más el flaco era maltratado, pero este no dejaba de mover la cola y dar muestras de cariño que no quedaba más remedio que compartirle la comida.

Sorprendido, Jamé se puso a pensar en su situación, no podía comprar, ni menos vender, más el enflaquecido perro era afectuoso, ¿era su forma de sobrevivir acaso?

Los ojos de Jamé se llenaron de lágrimas, al parecer estaba al nivel del animal. Entonces su respuesta tenía que ser contraria a la situación.

-Yo también aplicare la cosmología del perro y la filosofía de los contrarios. Así ¡me ganare la vida!, afirmo con fuerza Jamé, entonces abrazo a los perros quienes movieron sus colas en señal de aprobación.

Estando así escucho la voz de un hombre que gritaba a viva voz. ¡Vendo!¡Y ¡compro!

¿Qué él hacia las dos cosas? ¡Era un todo! Si era un mercachifle muy gordo y simpaticón. Tenía mucha venta y estaba confundido pues no podía atender solo.

Jamé no perdió la ocasión y se acercó y le ofreció su ayuda.

-Bueno pues dijo,-Pero no pienses que con este trabajo te harás más rico que yo. Y ni pienses robarme.

-Por eso mismo debo trabajar.

– Empieza ya replico Copín que así se llamaba aquel mercante.

Jamé afirmo con un movimiento de cabeza y comenzó a trabajar, mas tendría siempre en mente:

  • Que había solo dos caminos, si andaba por el angosto, no estaría por el ancho.
  • Que si sus días eran cortos no se harían largos;
  • Que, si sentía pequeño, no sería grande.
  • Que, si sus palabras eran suaves, su hablar no sería áspero.
  • Que, si llenaba su corazón, no se sentiría vacío.
  • Que, si cultivaba malos hábitos, no sería bueno.
  • Que, si lo trataría mal Copín, él lo trataría bien

Copín quedo asombrado de la sabiduría del joven, ya que Jamé actuaba contrario a las situaciones y era muy amable atendiendo a las personas que el negocio parecía suyo, puesto que los clientes lo buscaban, porque nunca los confrontaba. Aprendió hacer el mejor vendedor.

Los días pasaban, y la feria siempre repleta de personas; comprando. Más Jamé, tenía que trabajar, solo se contentaba mirando el carrusel que giraba y giraba y siempre quedaba en el mismo lugar. Era como él. Mas estaba seguro que si no menguaba crecería.

Algunos jóvenes le insinuaban que deje su trabajo para, divertirse.

Respondía:

-Si no trabajo seré un vago, pues no hay términos medios que si eres una cosa no eres la otra; y si haces una cosa no hagas la otra. Ser y no ser. Ser de lo bueno o ser de lo malo es mejor que ser mediocre.

Cierto día llegaron a comprar prendas de vestir dos damas. ¡Cada quien tenía gustos contrarios, no había modo de convencerlas!

Extravagantes como que una llevaba una peluca donde colocolo una serie de objetos, ya que no sabía qué hacer con su dinero solo adornar su cabeza.

Qué problema decía Copín ¿ahora como afrontaría?

Jamé las vistió a cada quien contraria a la otra, haciéndolas sentir un todo, necesario para descubrir cómo eran.

Copín nunca había logrado esto, pues siempre primo sus gustos. Entendió por qué hay pobreza y riqueza

Quien no se somete ante tanta vanidad, todos buscan diversión, ropa fina; comida deliciosa; trajes caros; autos de lujo, grandes fiestas; pasan toda su vida, cambiándose hasta de cara.

Sintiéndose ricos con más adquisiciones que consideran como sus fortunas. Solo para eso viven

-Jamé respondió:

– No puedo escapar de esta feria de las vanidades, solo estoy aprendiendo a ser feliz con lo poco que tengo sino seria desdichado. Ya que la gente no es feliz a pesar de comprar tantas cosas, zapatos, ropa, artefactos, juguetes, perfumes, gaseosas, licores, muebles, ropa de cama, comida para animales, sombrillas, relojes, autos, conciencias Y un sin número de cosas, pero cuando mueren no llevaban nada, todo se queda en la feria de vanidades, para que se sigan vendiendo ya que se vende cosas hasta de segunda y tercer uso.

Esa tarde Jamé se miró detenidamente al espejo y noto que ya estaba viejo. Tanto tiempo pasó desde el día que llego a dicho lugar y se preguntó si acaso su madre se alegraría de saber que supo vencer y sobrevivir en la Feria de las vanidades, total ella nunca lo buscó y finalmente él pudo colgar al frente de su propio negocio este letrero que decía:

Nada nuevo hay bajo el sol,

Vanidad de vanidades

Todo es vanidad Ricos y pobres no escapan a desbandarse. Según decidan

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