Desasimiento

Había comenzado por hablar cada vez menos. Su mirada se fue haciendo inexpresiva. Renunció a los viajes, a los paseos, incluso al final a mirar por su ventana. Todavía más que un árbol seco —que aún puede dar cobijo a otras vidas— se había hecho rígido. Contaba cada paso y cada palabra. Un signo fue el abandono de su perro. Por ello cuando tuvieron que llevarlo al cementerio, nadie lloró. Se trató de una formalidad. Pues hacía tiempo que habían hecho el duelo.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS