En muchas ocasiones, mi alma es desgarrada por la tristeza y el dolor, vivo el duelo de haber dejado a mi país, soy inmigrante en un país del primer mundo, donde todo parece ser diferente para un futuro mejor, Canadá me ha protegido y adoptado como una hija. Sin embargo, las lágrimas derramadas, la ausencia de mi tierra, mi gente y mi cultura, aclaman que debo regresar.

¿Cuántos te hemos abandonado Venezuela? Un país desbastado y en desolación, muchos hemos llorado lágrimas de sangre y tenemos el alma partida en dos, una parte en nuestra tierra y la otra, en algún lugar del planeta donde está un venezolano, vivimos entre varios mundos, porque nuestras familias se han dispersado por diferentes lugares.

Crecí en una Venezuela llena de oportunidades y en medio de sus bondades, con una naturaleza exuberante, recursos inagotables, clima agradable, gente amable, pueblos nobles y raíces culturales de fuentes inagotables. No dejo de pensar: ¿De qué me sirve haber dejado todo? No estoy en mi país. Me encuentro tocando fondo en el invierno de Canadá, parezco no ser nadie en medio de la tempestad, el frío y la nieve carcomen mi alma y mi corazón, mientras recuerdo tu tierna calidez, es tu ausencia que embarga e invade mi ser.

Perdona mi abandono, debilidad, deserción y no seguir luchando junto a ti, por no estar en tu presencia sino en la ausencia física que me mata por estar tan lejos. Jamás te olvido, días tras días no te dejo de pensar, me duele no estar contigo, te extraño y no logro superar esta ambigüedad que padezco cada mañana al despertar, cuando respiro, pues mi amada, hasta el sueño se disipa con el insomnio de largas horas de la noche junto al cielo gris que nublan mis ojos.

Quisiera gritar lo que siento, en medio del silencio, que todos sepan lo que sufre una venezolana- extranjera, la desolación del alma por la ausencia de no estar en mi tierra, la verdad de una crisis que nos abate hasta los huesos y una voz incesante que sucumbe mis pensamientos y mis oídos a cada instante, que me dice: “Debemos recuperar a Venezuela, regresa”.

Al partir, no quise mirar atrás, perdí algo en mi alma, un vacío quedó en mi corazón, lágrimas incontrolables que no paraba de secar, se quedaba parte de mi… No logro recuperarme de tu ausencia, me siento como desahuciada, al ver como sufres, tengo una herida que no sana y sangra, como parte de tus lesiones, dolores y desgarramientos, sé que te duele no tener a todos tus hijos ¡Oh madre, regresaremos a casa! siempre serás: “TIERRA DE GRACIA, BENDITA ENTRE LAS NACIONES”.

En un tiempo, reíremos juntas, las lágrimas no serán de tristeza sino de felicidad, te prometo volver, mientras no lo haga, voy a llevar tu nombre con orgullo, te amaré cada vez más. Mi fe y mi esperanza no me la robarán, quienes te han destruido y ultrajado no matarán la esencia de nuestro gran amor, nadie borrará tu sello de mi alma ni tu sangre que corre por mis venas, sigo siendo la niña de tus ojos, eres mi madre amada, nada nos separará.

Hoy, mi alma vuela en tu búsqueda, nos unimos en una sola, se anula el tiempo y la distancia, se conectan nuestras vivencias y se acrecienta el amor eterno que vive por siempre: ¡TE AMO, VENEZUELA!

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