Contra los académicos

Contra los académicos

Enrico Brugnami

25/02/2019

ESCENA ÚNICA

PEPE y ENRIQUE

(Pepe se encuentra sentado en el salón. Llaman a la puerta. Se levanta a abrir.)

PEPE

¡Voy, voy! (Abre la puerta. Entra en escena Enrique).

ENRIQUE

¡Tío Pepe! ¡Por fin te veo! ¡Traigo una gran noticia! Quiero que seas el primero en saberlo.

PEPE

¿Pero qué pasa? ¿Has venido corriendo? Pasa, anda, y siéntate. (Cierra la puerta y se sientan en el salón). Bueno Enrique, dime. ¿Cuál es esa noticia que mis oídos deben escuchar en primicia?

ENRIQUE

¡Voy a estudiar filosofía! Hoy ha sido la jornada de puertas abiertas y un profesor de la universidad nos ha explicado lo que se estudia en el grado y ¡qué emoción, Dios mío, qué ganas!

PEPE

Pero Enrique, hijo mío… Pensé que vendrías a contarme una feliz noticia y no semejante tragedia.

ENRIQUE

¿Tragedia? ¿No te alegras, tío? ¡Por qué? ¿No estudiaste acaso filosofía a mi edad?

PEPE

Por eso mismo lo digo.

ENRIQUE

¡Pero qué cosas tienes! Ya me estoy imaginando mi vida universitaria en la facultad. Conoceré mucha gente, muchos compañeros y profesores. ¡Grandes profesores de universidad! ¡Qué ganas tengo de aprender filosofía! Puede que hasta acabe siendo docente en la facultad, quién sabe…

PEPE

¡Ni hablar! Ya puedes ir quitándote esa idea de la cabeza.

ENRIQUE

Pero ¿qué te pasa? ¿Por qué reaccionas así?

PEPE

Enrique, me alegro mucho de que te interese la filosofía. Es una disciplina maravillosa. Pero hijo, ¡no en la universidad! ¡Ahí no hay filosofía! ¡Sólo miseria humana! Si quieres filosofar, la facultad es el último sitio al que debes ir.

ENRIQUE

No te entiendo. ¿No estudiaste filosofía en la facultad? ¿No es acaso la filosofía tu mayor pasión?

PEPE

Y lo es. Pero no la filosofía académica. ¡Eso no es verdadera filosofía! (Bebe de un vaso de agua). Verás, tenía tu edad cuando decidí estudiar filosofía. Siempre me atrajeron las humanidades y tuve claro desde el primer momento que sería profesor. Sin embargo, lo que ahí presencié me marcó de por vida. En la universidad encontré profesores más preocupados de sus propios proyectos de investigación que de la docencia, más preocupados por su sueldo que por el aprendizaje de sus estudiantes. Encontré profesores que se jactaban de suspender a la mayoría de sus alumnos. Encontré profesores que me trataron mal por mis intereses filosóficos. Encontré profesores ignorantes y, además, orgullosos de su indocta condición. ¡Encontré de todo menos profesores! Fue entonces cuando aprendí que la docencia no es contraria a la indecencia.

ENRIQUE

Pero tío, esto que cuentas es terrible.

PEPE

Todos se vanagloriaban de ser profesores de filosofía y no eran ni profesores ni filósofos. ¡Doctos ignorantes! Cuando hablaba en clase sobre poesía se apresuraban a callarme, a rebajar mi opinión a mera chaladura. Por suerte no les hice caso y mientras ellos hablaban de profundas teorías metafísicas, yo leía a Zambrano, a Ortega y a Dilthey.

ENRIQUE

Siempre me has hablado de estos autores con la mayor de las admiraciones.

PEPE

¡Porque son verdaderos filósofos! Ya nos enseñó Leibniz que la vida es principio y fin de la filosofía. En la academia conocí la filosofía y, con la filosofía, la vida. Y fue la vida la que me echó de la academia. La academia me echó fuera de sí misma. ¿Sabes en qué consiste la vida académica? Los dos primeros años los disfrutarás, tendrás la sensación de aprender. Pero en el tercer año te darás cuenta de que nada has aprendido y de que poco más aprenderás en la facultad. Serás consciente de que para entrar como docente en la universidad necesitarás un máster, una tesis y numerosas publicaciones científicas. Sabrás que para obtener becas necesitarás un expediente más alto que el de cualquiera de tus profesores y que, aún así, nada tendrás asegurado. Y cuando consigas entrar en la universidad, cobrarás una miseria. Rezarás para que te renueven el contrato y gastarás tu falso tiempo libre en redactar artículos que no te interesarán lo más mínimo. No alcanzarás estabilidad hasta pasados más de diez años y, para ese entonces, habrás perdido toda la vitalidad que caracteriza a la juventud. Verás a tu alumnado como un «otro» que nada tiene que ver contigo, olvidando que de joven estuviste en su lugar. Pero Enrique, hijo mío, si la filosofía tiene por objeto la vida, ¿qué sentido tiene sacrificar la vida de uno por la filosofía? ¿No es eso ir contra la filosofía? ¡Esa es la vida académica, tragedia pedagógica!

ENRIQUE

¡Pero eso no puede ser! ¿No es la academia el templo de la sabiduría? Todo lo que cuentas son malas experiencias vitales. ¿Dónde queda la razón?

PEPE

Ese es el problema de la filosofía, pensar que la razón y la vida son contrarias. ¿Razón? Claro que debe haber razón, sí, ¡pero poética! «Piensa el sentimiento, siente el pensamiento» dijo Unamuno. ¿Qué mayor verdad hay que esa? ¡Ninguna! La razón que ni vive ni siente ni padece es una sinrazón.

ENRIQUE

«Hay bastante metafísica en no pensar en nada».

PEPE

¡Pessoa! Él comprendió qué era filosofar.

ENRIQUE

Pero tío Pepe, creo que estás siendo demasiado pesimista.

PEPE

Pesimista no, realista. La universidad destruye la educación.

ENRIQUE

No, ¡pesimista! Que tus vivencias fueran malas no significa que las mías también deban serlo. Me niego a pensar que en la universidad todo sea corrupción. Estoy seguro de que encontraré buenos profesores que me ayuden, pues ¿qué diferencia hay entre educar y ayudar? Educar es alimentar al hambriento. Y aunque sea dura la vida académica, ¿no consiste en eso la vida, en ser dura? No podemos pretender la felicidad eterna ni la plena ataraxia.

PEPE

Enrique, hablas desde la inmadura ilusión y no desde el vital conocimiento. No permitiré que malgastes tu vida en la academia.

ENRIQUE

¿Es que quieres acaso controlar mi vida, tú que hablas desde el miedo? ¡No puedes ni debes!

PEPE

¡Sí que debo! Como el cristiano tiene el deber de repartir el evangelio, yo debo advertirte: primum vivere, deinde philosophari.

Telón.

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