El universo y yo, pensando en voz alta.

El universo y yo, pensando en voz alta.

Evelyn Mozo

24/02/2019

Acostado en el balcón, contemplando el cielo nocturno, la sensación inmediata de infinitud se hace presente. Si estuviera en un lugar donde sea visible el horizonte por completo, miraría a mi alrededor en todas direcciones y claramente apreciaría frente a mi el firmamento por completo. !Cuán vasto e inmenso es todo lo que nos rodea!

Al igual que Aristóteles en la antigüedad, veo a simple vista y con la intuición más pura, esa gran bóveda celeste con su puntos luminosos incrustados, lo que ahora llamamos estrellas y planetas. Cada cuerpo celeste se encuentra dispuesto de una determinada manera y ocupando un espacio, el cual hace que estén en tal coordinación logrando así un funcionamiento perfecto, como si fuera una gran máquina.

Sigo observando y me pregunto si esa vasta inmensidad tendrá límites, como presupone Aristóteles, o de lo contrario, existen innumerables mundos y galaxias como pensaba Giordano Bruno en el renacimiento: Si el universo tiene un límite marcado por una bóveda, ¿Qué hay más allá de ese límite? ¿La nada, el vacío? pero ésta nada y éste vacío, ¿no sigue siendo parte del Universo?

Se sabe que el Universo es todo, sin excepciones, materia, energía, tiempo y espacio. Estoy de acuerdo con Bruno, en que pensar que el universo posee un límite, es imposible de imaginar y a su vez es más absurdo e intranquilizador que pensar en su infinitud.

Lo cierto es que hasta la actualidad a nivel ciencia, se ha investigado mucho sobre éstas cuestiones, preguntándose cuál será la estrella más lejana, cuál será la galaxia más lejana etc. Abarcando gran parte de lo que es el universo observable. Frente a ésto, predomina una postura sensata, pensar que el universo es infinito ni los científicos en la actualidad se animan a afirmar. Sí, dan a conocer nuevos descubrimientos gracias a los adelantos tecnológicos, matemáticos y físicos, sobre la porción del universo observable. Utilizando un poco de sentido común podemos dar cuenta que el ser humano no puede conocer más de la distancia en la que la luz viaja, trescientos mil kilómetros por hora, ahí se encuentra el límite de lo que podemos vislumbrar en los confines del universo.

De todos modos, ésta distancia es inmensa y vastísima, y cada vez que se produce una mejora en el telescopio, parece que no se puede encontrar un fin.

Continúo asombrado, y me resulta intrigante y fascinante cuestionarme sobre la amplitud del universo. Como lo ha sido para muchos seres humanos a lo largo del tiempo.

Si bien ante tal inmensidad, se puede pensar que nosotros somos seres pequeños e insignificantes, considero que el hecho de tener la capacidad de preguntarnos, de poder conocer, aprender e ir aumentando cada vez más el conocimiento sobre ello, es algo muy destacable y de gran valor. Muchas veces se piensa que la ciencia en éste tipo de estudios es fría, ya que se que se separa de nosotros, de lo emocional, incluso de lo sensorial en búsqueda leyes generales que sólo con los sentidos son incapaces de comprender, para ir más allá, en la búsqueda de conocimiento, de entender cómo funciona todo.

Pero no olvidemos que somos parte de esa totalidad. La verdadera actividad científica, es un aspecto puramente humano, característico, que nos define, por lo tanto aumentar el conocimiento sobre el universo nos conduce también al entendimiento de nosotros mismos, en ésta porción del universo que nos tocó vivir; de éste planeta; de éste continente; de éste país; en éste tiempo histórico; en ésta familia que constituyo; y en mí persona, acá en la soledad del balcón de mi hogar preguntándome sobre éstas cosas.

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