Filosofía coloquial

Filosofía coloquial

—“Tiene más el rico cuando empobrece que el pobre cuando enriquece”— dijo el viejo mientras se balanceaba en la mecedora.

—¿Por qué dice eso, abuelo? no entiendo bien —preguntó el muchacho de doce años que, sentado en el suelo, acariciaba a su perro.

—Mira, mi nieto, el refrán nos quiere explicar que la persona verdaderamente rica puede sufrir una fuerte pérdida económica sin tener que sacrificar algo importante; por otra parte nos dice que es difícil para el pobre, dejar de ser pobre. Con ese premio que ganó tu papá en la lotería podrá salir de deudas, pero no por eso creas que la familia ya es rica, o que tendrá suficiente dinero para comprar un coche. Apenas se podrá aliviar un poco la estrechez que tienen tus padres.

Los dos guardaron silencio unos momentos, el viejo observaba afectuosamente a su nieto cuya expresión denotaba tristeza. Este suspiró y dijo:

—Ni modo, yo creí que mis papás podrían comprar un carro y hasta lo platiqué con mis amigos.

—»Del plato a la boca se cae la sopa» —dijo el abuelo también suspirando.

—¿Cuál sopa?

—En este caso, la cucharada de sopa que ya estabas saboreando sin tenerla en la boca era tu ilusión del coche, pero se cayó con lo que te expliqué hace un momento.

Otra vez callaron; el viejo contemplaba al muchacho, y éste reflexionaba con la mirada extraviada hasta que rompió el silencio:

—Entonces los pobres son siempre pobres, y nosotros nunca podremos comprar un carro.

—»La esperanza es lo último que muere» —dijo el viejo con tono sentencioso.

—¿Y ahora qué, abuelo? ¿cuál esperanza? —interrogó con impaciencia el muchacho.

—Bueno ¿de qué me estabas hablando? —preguntó suavemente el viejo— dijiste que no podrían tener coche.

—Sí, eso dije.

—Pues lo que quise y quiero decirte es que para muchas cosas en la vida, incluso tener un auto, hay que esperar. A veces se consigue algo en un momento inesperado, como tu papá que ganó un premio en la lotería. Sin embargo es más importante fijarse una meta que se pueda alcanzar mediante el trabajo y no fiarse de la suerte; hay que ponerse en acción para lograr lo que uno quiere porque «A Dios rogando y con el mazo dando».

—¡Ay, abuelo! ¿qué tiene que ver Dios con esto?

—Mucho, Dios creó un mundo para el hombre, pero esto no quiere decir que todo es gratis; muchas cosas nos llegan sin saber cómo, pero otras se consiguen mediante un esfuerzo. Si pides algo a Dios es porque crees que lo puedes obtener, pero es necesario ponerse a trabajar para lograrlo; usa el mazo o la herramienta necesaria y, sobre todo, la inteligencia y la voluntad.

—De todos modos yo veo imposible llegar a tener algunas cosas.

—»No hay peor lucha que la que no se hace». Si te das por vencido antes de luchar por conseguir algo, con seguridad no lo tendrás. Por ejemplo: tú has logrado buenas calificaciones en la escuela gracias a tu esfuerzo ¿o no?… pues así se vive, el trabajo da frutos tarde o temprano.

—Lo malo es que a veces prefiere uno descansar o jugar.

—»No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy». Tú ya sabes cuáles son las tareas escolares y domésticas que tienes que hacer; cuando las realizas bien y lo antes posible, puedes disponer libremente de tiempo para otras cosas.

—Sí, es cierto, cuando hago eso me siento mejor… —afirmó el muchacho y se quedó nuevamente pensativo hasta que añadió— pero abuelo ¿por qué hay personas que tienen todo sin esforzarse?

—»Caras vemos, corazones no sabemos»

—¿Por qué dice eso?

—Porque con facilidad nos fijamos en lo que alguien tiene y hasta lo envidiamos, pero no nos damos cuenta de lo que le falta; tal vez su corazón está triste porque carece de lo que más desea, no lo podemos saber. Además, es muy importante anhelar algo.

—¿Por qué, abuelo?

—Si no tuvieras algo que desear, tu vida sería triste y aburrida. «No hay mal que por bien no venga»

—¿Qué me quiere decir?

—Que es bueno tener metas en la vida, aunque a veces te sientas mal por no tener alguna cosa, eso te da fuerza y ánimo para lograrla; o sea que una mala situación puede traer algo valioso.

El nieto se quedó pensando y, después de un rato, exclamó:

—¡Caray, abuelo! cuánto me ha enseñado hoy, pero dígame, ¿cuándo y dónde aprendió tantas cosas?

El viejo detuvo el leve vaivén de su mecedora, se pasó una mano por su escaso cabello cano, sonrió y dijo:

—Los años no pasan de balde, mi nieto, cada día se aprende algo nuevo, lo importante es tener la mente abierta y saber escuchar a los demás. Así se aprende mucho.

—Pero hoy me habló muy raro, a veces pensaba que lo que decía no tenía nada que ver con lo que estábamos platicando, pero después entendía mejor lo que quería decirme.

—»Al buen entendedor pocas palabras»

—¿Otra vez, abuelo?

—Sí, dime ¿qué entendiste?

—Pues que si la persona sabe escuchar, se le puede decir mucho hablándole poco —contestó el nieto con firmeza.

—Exactamente, los refranes siempre tienen un significado mayor que el de las simples palabras que lo componen. Es la forma de hablar que sobre todo la gente mayor ha usado a través de generaciones para explicar una situación sin palabrería. Esas expresiones de sabiduría popular las aprendí de mis padres y abuelos, quienes a su vez las aprendieron de sus antepasados. Por eso también decimos «Más sabe el diablo por viejo que por diablo»

—¿Le digo algo, abuelo? —preguntó el muchacho en son de broma y, sin esperar respuesta, prosiguió— yo prefiero decir «Más sabe el abuelo por viejo que por abuelo» ¿qué le parece?

—Me gusta el cambio, mi nieto, me gusta…

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