Hace algunas semanas pasaba por un momento fuerte en mi vida, siendo un joven me encontraba ya sufriendo las angustias que nacen de lo material, la falta de dinero y las necesidades que nacen del estar vivo me atacaban, ademas el estar mucho tiempo de ocio no genera nada, solo acrecienta el sufrimiento ya que solo nos queda el pensar mil y una vez en aquello que nos incomoda. Decidí que necesitaba urgentemente buscar trabajo, al ser joven muchos piensan que nuestra inexperiencia nos limita el sufrir o que simplemente somos mas resistentes a las durezas de la vida pero, no es así y aunque somos un molde con el que se pueden crear bellas obras de arte, también somos un material frágil y susceptible a los cambios de nuestro alrededor.
Mientras encontraba un empleo para poder solventar la parte material de la vida, habían días tristes y días felices, no necesariamente el tener momentos de alegría representaban que mis problemas estaban resueltos, a veces creo que la angustia buscaba la reminiscencia de la felicidad para alimentarse de ella. Comentaba entonces con mis amigos que existía un mundo puro, un mundo donde podríamos refugiarnos de todo lo que sucede, de todos los problemas de la sociedad y de los nuestros a su vez; este mundo es impalpable con los sentidos pero totalmente comprensible con nuestra mente, es la virtud; algo que es porque debe serlo y no deja de serlo cuando no es, a lo que me respondían que para cumplir con nuestras expectativas y ser felices en los momentos tan difíciles que vive mi país, Venezuela, no podían ir a ese mundo del que yo hablaba sino mas bien debían sobrevivir en este.
Pero. ¿Cual es la verdadera felicidad?, ¿Cuales son nuestras verdaderas expectativas?
Simplemente la felicidad es vivir y vivir es un cumulo de experiencias buenas o malas, momentos tristes y momentos donde descubramos el mundo del ideal. Nuestra expectativa real debe ser el amor, tener esa ancla moral para poder compartir la felicidad y poder dejar de sobrevivir a la vida y vencer a la muerte (trascender).Entonces retomando al mundo nuestro, una amiga me consiguió un trabajo al cual visualizaba monótono e improductivo, básicamente era trabajar en un parque de atracciones mecánicas muy famoso en mi ciudad, era bastante alegre, las atracciones de ese parque tienen ese particular toque a feria; luces de colores que destellan, cotufas y algodón de azúcar.
¡Acepté y fui a trabajar!, el primer día me dieron la respectiva introducción y reglas, la de mayor importancia era:
– Nadie sin tique se puede montar en ningún aparatoAsentí a todas las clausula ya que suponía que gracias a mi moral no iba a ser difícil ya que eran reglas del parque, comencé a trabajar. Aun no puedo olvidar ruido <<tacatatacata>> que hacia el carrusel en donde me toco trabajar operando la maquinaria; nada difícil por cierto: un botón para andarlo a rodar y otro para apagarlo «en caso de emergencia».
Ese primer día, en ese ese pesado horario de nueve horas laborales viendo niños correr, gritar, llorar; uno detrás del otro y yo sentado en aquella silla de plástico azul debajo de una «pepa de sol», visualizaba como las cosas pueden ser vistas a través de nuestros sentimientos creando juicios que no necesariamente poseen la verdad absoluta puesto que la misma no existe. Les explicaré:
En ese momento mientras era yo quien brindaba un servicio que se basaba en vender «felicidad» o entretenimiento, no me sentía feliz sino que solo lo hacia por la necesidad de cumplir con mi trabajo pero, en las oportunidades que había visitado ese lugar mi experiencia fue gratificante y terminaba mi recorrido con una sonrisa. Es así, usando este mínimo ejemplo que pude entender que muchas las creemos buenas solo cuando nos benefician o nos otorgan felicidad sin condiciones o limites; y esta felicidad no es tampoco perfecta puesto que la verdadera felicidad depende de los momentos críticos y de como podemos superarlos.
Tampoco mi opinión era la mas justa, yo debería estar cumpliendo con mi deber sin estar envidiando la felicidad de quien disfrutaba su día libre, ya que tampoco estaba en mí conocer todos los sacrificios que realizaba ese individuo para poder darle tan solo unas horas de diversión a su pequeño, a su vez solo reflejaba mis angustias en el otro sin que este no era culpable, debía reconocer también que estas experiencias donde gracias a las guerras no convencionales existentes en mi país, muchos estábamos en la misma situación; aprendería a valorar mejor las cosas y jamas recaería porque seria cada vez mas consciente .Al día siguiente, minutos después de la hora de almuerzo, llega a mi carrusel una muchacha con un niño que me enseño muchas cosas, Ramses tenia síndrome de down junto con otras enfermedades; la madre me pidió el favor de que si le podía dar una vuelta gratis puesto que ella no tenia dinero, Ramses ya estaba montado en el caballo, yo solo tendría que darle al botón de encendido y podría aportar un poco de felicidad a su vida pero… ¿Y las reglas? «Nadie sin tique se debe montar», siendo mi segundo día de trabajo ya rompería las reglas, ¿y mi moral?.
Sin pensarlo dos veces presione ese botón verde que iniciaba el carrusel, aquella vez el ruido <tacatatacata> no me molesto para nada, solo podía ver la libertad, aquella que Ramses poseía en su sonrisa desinhibida, y la felicidad que me compartió cuando se marchaba dándome las gracias, no creo que lo haya hecho mal, pero también me enseño que la moral es a veces circunstancial y no imperativa; porque la verdadera moral siempre esta orientada hacia el amor y, el amor hacia los demás y la virtud es lo que en realidad vale, no hacia daño dejándolo montar, pero incumplí a un acuerdo, no sé si deje de ser profesional pero fui humano y estaré orgulloso.
¿Cuantas veces el capital y lo material hacen un llamado a la indolencia?
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