El final de Nadie

El final de Nadie

Isaac Freire

18/02/2019

Anda vamos, saltemos al abismo. ¿No quieres? ¿Por qué no quieres? Quieres seguir en esta vida que hasta ahora ha sido absurda. Anda, vamos. Toma mi mano y huyamos hacia el bosque; es quizá, otra forma de morir. Salta. Saltemos. Prometimos ir juntos a la estación final. Anda. Mira el horizonte que nos llama, su jueguito estúpido de luces me irrita, como no ir en su búsqueda para matarlo.

Dime que irás conmigo. Que si yo salto, tú saltas. Vamos, démosle al destino razones para que no juegue con nosotros, si no hemos venido de gusto, no somos pedido de un restaurante, somos casualidad y en esa casualidad amamos. Yo te amé. ¿Me amaste? Por ello salta, dame tu mano y saltemos.

Es un acantilado vacío e inmenso, fácilmente cabemos los dos, claro que sí. Y si no cabemos, en el trayecto nos desprenderemos de lo menos importante: nuestras piernas, nuestros brazos y manos. Al final el rezago que me queda es de tu memoria y la mía, de tus pensamientos y los míos. ¿Estás listo? Contaremos hasta diez y saltamos, pero ¿por qué diez? Quizá contemos hasta mil o dos mil, o ya en nuestro devenir contemos hasta el infinito, ¿qué número es ese? Hay el doce millones quinientos setenta y un mil. ¿Lo hay? Pues hasta ese número contemos que la vida va a estar ahí siempre, pero no la muerte. La muerte no está ahí siempre. Está cuándo la llamamos y viene en nuestra búsqueda y ayuda.

¿Nos ayuda la muerte? Pues sí, en cierto sentido nos salva de la vida. Pero ya hemos hablado bastante. Es hora de saltar; abajo, esa playa ya tiene nuestras siluetas dibujadas y nos espera con ansías, pero espera, nos están viendo. Han venido a presenciar nuestra muerte ¿son ellos? Los otros poetas, la generación del 27. La ¿generación maldita? Si, son ellos.

Adelante salta y en tu salto me veras a mí, vivirás tu vida, ya sabes lo que dicen: antes de morir todos los recuerdos pasan vívidamente por las pupilas cansadas, pero ¿por nosotros pasará? Creo que sí. Bueno, mi vida se resume en ti, pues no hay nada más que contar, quizá no pasará ni un recuerdo por mis tristes pupilas, si ya mi vida se está acabando contigo, ¿qué más se puede pedir? Pues nada, estás conmigo y esa es mi vida, será ese instante el que pase por mis ojos y mis manos.

¿Tú me verás a mí? O será tu encuentro con otras personas las que verás e tu devenir final. Quizá sea yo o quizá no. Ya estamos aquí. Esta es la vida que no quise, uno jamás escoge su vida, le dan escogiendo. Es por ello que tantas muertes como las de nosotros, ¿sabes porque? Porque si uno no escoge su vida, bien podría si escoger su muerte y esa es la principal razón del sentido de la vida ¿irónico no? Que el sentido de la vida – que uno no escogió – sea precisamente escoger un final de los tantos posibles.

Ahora sí, basta de tantas palabras, ya parecemos poetas pobres, de esos que sacuden las calles con su sola presencia y de esos que desordenan un orden y limpian el caos. No quiero ser así. Yo no soy poeta, pero si conozco poesía. Tú no eres letra, pero si poema y por ello estás aquí. Estamos. Quizá este final sea programado, dime el final que más soñaste. Podemos ir por pastillas o por una pistola o ¿qué tantas muertes se nos puede ocurrir? El lector imaginara todas esas posibilidades de muerte, pero por favor no intente copiarnos, ni justificarnos, ni peor aún, darle sentido a la vida con nuestra muerte.

La multitud gritará desesperada:

– Murieron de amor – ¡Bah! Basura.

– Murieron porque no encontraron sentido a la vida – idiotas, ese es el sentido de la vida.

– Murieron por cobardes – eso es presuntuoso, el acto de atentar contra nuestra vida- no deseada – es el acto más valiente que conozco.

Toda mi vida fue ir en búsqueda de alguien, alguien con quien compartir mi muerte.

¿Acaso no es lo más libre que hay? Pero porque no hablas, porque no dices nada. Tus manos están vacías sin mis manos. Vamos a morir, a saltar. Que más deseo que ese. Estoy seguro de que no te arrepientes, yo soy lo mejor que te ha pasado y tú eres lo mejor que he escrito. Pues vamos salta, sé que no tienes voluntad que estás amarrado a mí – literalmente – entonces no hay más, no hay marcha atrás.

Salta. Saltemos. Ya está

Nuestros pedacitos esparcidos por toda la madrugada.

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