Hoy escribo con gotas de lluvia, que como lagrimas se detienen indecisas sobre las hojas del viejo cerezo.

A veces la lluvia da un respiro y se convierte en suspiros de gotas diminutas, todo está en suspenso y parece que el día me invita a seguirlo a través de los cristales, viene y va vestido de otoño con leves ráfagas de viento.

No existen los relojes ni el tiempo, no existe la prisa ni la exactitud, solo ver llegar la mágica niebla que se desliza por la ladera de la Sierra de Gredos, y te hace apartar con las manos las nubes que se pegan a ras de suelo, para dejar pasar un resquicio de sol, un haz de luz lo suficientemente tímido para ver cómo siguen cayendo las hojas amarillas, esas que ya tejen una tupida alfombra sobre los caminos.

Las horas se han sentado en el musgo y no les importa mancharse de barro.

El cielo está plomizo y los campos amarillos manan recuerdos y pasado… el horizonte ha desaparecido tras la niebla y el olor a monte impregna mi olfato.

Los tordos juegan en el olivar con lo que queda de aceitunas, las urracas andan tirando piñas en el pinar de al lado. Una gota de lluvia no termina de saltar desde la punta de una hoja del cerezo, no sé cuanto tardará, pero esa lágrima indecisa, ese punto brillante que remata la hoja, es esta estación otoñal…

Hoy vengo de la lluvia, de los bosques que rezuman Otoño, de los caños y las chorreras de la Vera, llego de los charcos y el barrizal, de las botas mojadas y la ropa empapada hasta calar en mis huesos, hoy me hice agua como tú , me hice bosque, me hice hojas marchitas y frutos rojos…me retrasé y me alcanzó la niebla caminando entre cerezos y castaños, entre encinas y nogales y entre gargantas y arroyos de esta bella tierra que es el Jerte y la Vera.

Me dejaste ver como el sol atravesaba tu espalda al antojo del viento. Ahora que marcho vereda adelante, dibujaré una nube mientras me despido de tì, dibujaré un horizonte donde caben todas las formas del mundo y el cielo se abre infinito sobre tu piel llena de aromas.

Es inevitable que me acerque a tí en cualquier estacion del año, porque siempre permaneces como una leyenda inalterable, centenaria de misterios y de sueños, retorcida de nieblas y vientos en otoño.

Árboles viejos que callais, que en silencio esperais pacientes a que vuelvan a caer vuestras hojas y pronto os desnude el invierno, extended vuestros brazos al cielo y contad poemas al bosque o historias de otros tiempos.

Soledad eterna aunque juntos estais, valientes y sabios contagiadme de vuestra savia.

Estos días bastan para recordarme que no más lejos de un paso hay poesía.

Otoño, dime que me convertiré en piedra y te creeré, que mi reflejo entre el agua y el cielo vagará en calma mientras se oculta el sol, que llegaré a la rama más fina con mi cuerpo pequeño y tan ligero como un suspiro…

Lo inimaginable existe en ti, solo hay que buscarlo, es el verde luminoso de una alfombra de musgo, es la onda que se va de viaje sobre la charca a buscar orillas llenas de renacuajos, es el dulce beso de dos canchos que nunca podrán tocarse o el sonido del batir de las alas de un buitre, que pasa indiferente demasiado cerca sobre la torre de Monfrague, o puede ser la encina sentada en su piedra, esa que le pisa los pies para que nunca se vaya de su lado… o un recuerdo de antaño viejo y tranquilo como el tiempo entre dos horizontes.

Cada lugar es una estrofa de una canción, un aroma, una caricia, una poesia antes de cerrarse el paisaje…

Otoño, eres magico por tu niebla, por tus hojas bailando en el viento para caer alfombrando la vereda, eres magico por la poesia que brindas en cada recodo del camino…Otoño.

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