La urdimbre y la trama

La urdimbre y la trama

Pilar Riera Díaz

11/02/2019

El inicio

Nada de esto hubiera pasado si no hubiese amanecido un día primaveral después de una larga semana lluviosa que había infligido a mi alma la misma pesadez que a las hojas las gotas de rocío. El sol le había ahora devuelto su ligereza por lo que decidí dejar para mañana el informe financiero y llamar a Carla para decirle que yo recogería a la niña de la escuela y la llevaría un rato al parque.

No soy de los que creen en destinos ni en cartas astrales ni en cosas semejantes, pero acepto que el mundo es una red de acontecimientos todos ellos sometidos a sus propias causas y a sus propios tempos. Si los analizas uno a uno, aislados del resto, cada uno de ellos tiene su propia necesidad interna, cada uno su explicación y su porqué.

En un momento, las cadenas de causas y los tempos se cruzan, los hilos se anudan, la red se va tejiendo.

La cantidad de nutrientes del rosal del jardín de la oficina, los átomos de agua que sus raíces consiguieran absorber, las horas de insolación recibidas y, seguramente, toda una serie de factores que la precisión de un científico podría exigir, quizás hubiesen permitido predecir a qué hora el capullo se abriría y mostraría la rosa el aspecto radiante que aprecié al abrir la cancela de la calle. Pero yo todo eso no lo sabía.

Salí con humor alegre, liviano, hacia la escuela a recoger a Belén. Ella también parecía contagiada de mi jovialidad y correteaba adelantándome y esperándome, saltando, parándose a observar algo en el suelo, bombardeándome a preguntas. Mientras esperábamos en el semáforo frente a la estación -su manita suave y caliente entre la mía- me inundaba una sensación de satisfacción ahora alimentada por la que yo entonces sentí como acertada decisión de haberla recogido de la escuela.

Vamos haciendo elecciones, nos gusta sentirnos libres. Elecciones las más de las veces pequeñas, a veces ni siquiera pensadas. Y entonces crees que vives y que diriges tu vida y eso te da poder, sí, sentirte libre te crea sensación de poder. No era una idea nueva, siempre había pensado que quienes hablan de vivir la vida, olvidan que es más bien ésta quien nos vive. Puesto que las repercusiones de tus actos se disparan más allá de tu alcance, se te van de las manos, cobran vida propia. Y se extienden. Y crecen. La vida expandiéndose en fractales.

Y un buen día vuelven a tí como un latigazo inesperado. Y entonces las reconoces como resultado de lo que hiciste, como resultado de lo que fuiste.Y te alegran. O te entristecen. Pero son.

Por eso todo había pasado. Puesto que todas las cadenas se habían entrelazado, todo había pasado. A las seis en punto los ignotos hilos se cruzaron y se produjo la deflagración.

Me encontré, al cabo, errando entre la nube de humo y polvo, con la mitad derecha de mi cara en carne viva, la ropa destrozada y un pitido agudo que taladraba mi cerebro sobre un fondo blanco de silencio absoluto que no se correspondía con el mundo que mis ojos me mostraban. Todo era caos fuera y dolor dentro, un nudo de la red.

Belén yacía inconsciente rodeada de sanitarios y policías. Al acercarme me preguntaron si era mi hija. Asentí, para qué dar explicaciones ahora. Y entonces la vi, su pequeño cuerpo desmadejado, y el dolor, como un seísmo, avanzó abriendo una enorme grieta en mis entrañas.

Y el fin

A medida que la niña sanaba, nuestra relación enfermó. Carla me fue expulsando de la trama cuyo centro era su hija.

Esta mañana el nudo se ha roto.

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