LAS VALIENTES JAMAS LLORARAN

Una vida lejana, mía o no, ya no me pertenece.

Desde lo profundo del miedo, la soledad, se transforma en cómplice silente de la noche, armarios llenos de vanidad, esperando compañía, de esas que se disfrutan, de esas que se anhelan, de esas, que nunca llegan. Entonces el miedo transformado en noche penetra las paredes, recordándole al insomnio que es invierno, lo sé, por el frio del piso que entumecen mis pies al descalzar.

Disfrazo lo sombrío, con muchas flores y cuadros de colores, limpio las impurezas y sus imperfecciones, aromas de Jazmín y coco disfrazan olores de humedad, alfombras improvisadas esconden un suelo vejado por el tiempo, mientras un piano ensordece mis oídos aislando gritos encolerizados. No puedo llamar a esto hogar, aun así, continuo, despierto a diario, lo intento tantas veces como sea necesario, no me rindo, no me venzo, lucho con todas mis ganas, pero la sombra gris me persigue, me recuerda que soy diferente, que este no es mi sitio, prolonga el invierno y me impide regresar.

Una nueva oportunidad, esto qué significa cuando nadie está, cuando nadie te espera, cuando pocos te recuerdan. Los días pasan y tras ellos, promesas no olvidadas de sueños ajenos incumplidos, de esperanzas vacías con sensación de derrota. Quién define el heroísmo como acto de fortaleza y de qué sirve la fortaleza si te aleja de la humanidad. Una vida lejos de todo aquello que anhelo, de todo cuanto recuerdo, porque los recuerdos, al final, son traicionados por el tiempo en su empeño de olvidar y por el cansancio que les produce continuar.

Algunos, me llaman valiente, porque solo ven lo que quiero mostrar, días cuando sale el sol y se ilumina mi corazón, esos días en que comprendo que el dolor que me produce la distancia me mantiene viva. Algunos, me llaman valiente por emigrar, yo les contesto, que las valientes, jamás lloraran.