UNA JUVENTUD EN EL VACÍO
¿Qué tipo de educación es posible en una sociedad bañada en la impaciencia y siempre de prisa?
Zygmunt Bauman deja claro que la educación es un proceso que se extiende en el tiempo y que, por tanto, requiere de paciencia, de mucha paciencia. No todo es un producto mecánicamente. El proceso de aprendizaje tiene momentos en los que surge el miedo, surge la angustia y esto se debe a que aprender produce rupturas: rompe la visión que tengo del mundo, la gente, la historia…y, hay que decirlo, de esta ruptura no se puede esperar que todo sea miel sobre hojuelas. Y de nuevo otra pregunta incómoda: ¿cuál es, entonces, el papel de la educación frente a esta sociedad? ¿Se puede educar a personas para que sean capaces de subrevivir flotando en la superficie ya que sus mentes son “modernamente líquidas”? ¿O más bien, la educación debería ser el contrapeso a la “mentalidad líquida”?
HE AQUÍ UNAS RESPUESTAS, QUE NO SON RECETARIOS:
Antes la educación sólida velaba por el conocimiento duradero.Pero resulta que en la modernidad liquida lo duradero no tiene encanto, pues todo es efímero y todo, absolutamente todo, incluida la educación, pasan y pasan rápido. Por ello, parafraseando al autor, el consumismo no se define por acumular cosas sino por el breve goce de ellas. Aquí se trata de librarse de las posesiones y de cualquier vínculo que implique la larga duración. Y de ahí viene que lo duradero hoy en día no nos gusta porque implica compromiso, también obligación y, ya no digamos, responsabilidad. Por eso hay que deshacerse de las cosas: del conocimiento y de las personas (¡ah!, porque, ¡claro!, la modernidad líquida nos dice que las personas son cosas…) tirarlas al basurero, descartarlas, cambiarlas por nuevas.
¿Pero qué es formar el conocimiento? Claro que el conocimiento no es algo aparte de la persona, porque la persona es integral, pero una de sus dimensiones es el conocimiento, aquello de que por ser racional se posee mente, inteligencia. El pensamiento se convirtió en un embutido de saberes, y los estudiantes en seres pasivos que memorizan los contenidos ‘sólidos’ que una generación le entregó a la siguiente, y así, por siglos de los siglos. Si algo hay activo es la mente humana es que recibe, elabora, produce, entrega. Por tanto:
Educar tal dimensión es hacer que la formación humana adquiera la capacidad de transformar en experiencia significativa los acontecimientos cotidianos…, en el horizonte de un proyecto personal y colectivo”. En consecuencia, trátese de formar en la problematización o investigación que no es algo que se adquiere de manera inmediata, ni es un bien exclusivo de personas privilegiadas, sino que es una capacidad inherente al ser humano, que se cultiva, que se puede desarrollar y que no está sujeta a la casualidad.
Educar mentes curiosas implica poner el acento en la comprensión de grandes ideas, en lugar de en la repetición de información. Implica centrar el esfuerzo en el aprendizaje de capacidades de pensamiento como la resolución creativa de problemas, la interpretación de información o el debate a partir de evidencias. Formar la inteligencia es una aventura de la educación activa.
FORMACIÓN DE LA MEMORIA.
La memoria, sobrepasó el ideal de un logro tan importante como es el recuerdo, y atiborró, hizo unos daños irreparables. Formar la memoria es formar en la recuperación del pasado.
Unamuno tenía toda la razón cuando decía que “la tradición es a un pueblo lo que la memoria es a una persona”. La memoria era grandemente fomentada en la ya citada educación sólida, y se hacía para almacenar conocimientos duraderos. Esta manera de ver las cosas, líquidamente se torna inútil, incluso se ve engañosa y como un obstáculo que es necesario quitar. Si todo es tan volátil ya no es necesario fomentar la memoria lo que hace falta es mantenerse al tanto de los nuevos conocimientos y para ello un buen celular nos lo puede dar. La formación permanente tiene como premisa actualizarse, estar al tanto de las novedades, para “estar en lo último” de las presentes modas pedagógicas. No más…
CONCLUSIÓN:
Las personas tenemos el deber de empoderarnos, autocontrolarnos, autorregularnos y presentarnos como gente comunicativa, jovial, abierta y curiosa…
La modernidad líquida bajo estas perspectivas nos dice que lo único que debe importarnos es aportar ideas insólitas, proyectos excepcionales, muy diferentes, novedosos…siempre… Y la forma como debe hacerse, es siendo uno mismo, desarrollándonos desde dentro y liberando sus fuerzas interiores. Lo único que es necesario saber es “cómo” indagar en la profundidad de nuestro ser, luego sacar desde esa profundidad el autoconocimiento y realizar paulatinamente esas apropiaciones tan necesarias en nuestro desenvolvimiento humano. No hay mejor receta, pero es recomendable el lema hecho realidad CONSTRÚYETE A TI MISMO.
El pasado sólido estuvo saturado de memorismo inmóvil e inútil. El presente está saturado de información volátil.
De ninguna manera se es tan retrógrado como para negar la importancia de las nuevas creaciones e inventos de la posmodernidad, pero sí esperamos resucitar el antiguo y clásico pensamiento del humanismo para mezclar, UBICAR, TRANSVERSALIZAR sus importancias.
La aceptación sin reservas del discurso de la Generación Net nos ha llevado a pensar, erróneamente, que nuestros estudiantes se sentirán como pez en el agua cuando se les pongan los dispositivos en la mano. La evidencia sugiere lo contrario. Cierto, desde lo humano, lo social, lo cultural hay que empoderarse de las nuevas tecnologías, no a la inversa, porque la robótica no humaniza, no lleva a las autodeterminaciones sino a las automatizaciones. Se trata al unísono de formar e informar; de reformar lo deformado, de transformar, de crear y entrar en la educación del cambio, pero con sentido.
Como conclusión, vale la pena tomar literalmente las palabras de Bauman: “(…) el cambio actual no es como los cambios del pasado. (…) Aún debemos aprender el arte de vivir en un mundo sobresaturado de información. También debemos aprender el aún más difícil arte de preparar a las próximas generaciones para vivir en semejante mundo.” (p. 46)
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