Serás la de la amargura porque jamás recordaremos tu nombre.

Coronada en balcones de malvones a raudales,

tallada en ruido y amores despistados destinados a escribirte.

Te habitará la soledad nocturna de nuestros pasos embriagados

y serás cómplice de alguna que otra despedida,

un abrazo, grafitis y el viento.

Sucumbirás al modernismo de lo auténtico

y llenarás de melancolía todo aquello que dejaste ir:

La pastelería vendiendo roscones en Febrero,

dos entradas en un cine para uno

y el vacío en tus aceras tan grande como el alma.

Serás eterna en los surcos del asfalto, mi asfalto,

junto al recuerdo de un beso

en las ganas postergadas de un amanecer que ya no.

Sobrevivirás a la voluntad del tiempo

y de todos los corazones rotos,

aquellos que como el mío pensarán que siempre…

siempre nos quedará Malasaña.

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