Sucio, y con ropa añejada, venia Guillermo, por la calle real de Guatemala, bajo de un brazo, una caja de lustrar zapatos, sustento diario para el alimento de su familia, en la mano del otro brazo, las pocas monedas que junto después de una jornada agotadora. Ya en el ocaso del dia, justo cuando el hambre aqueja por no probar ni una sola migaja de pan, aparece la silueta de un hombre, con aspecto formal y de buen parecer. Guillermo rápidamente ofreció dar brillo a sus zapatos por unos centavos más, así ajustaba para la única comida que tendría ese día. El señor muy amablemente dijo que no necesitaba de un lustre, pues en la mañana lo había hecho. Guillermo quedo sin merienda, ya que lo poco que había juntado serviría para comprar medicina, su madre estaba quebrantada en cama. Al día siguiente, Guillermo y su rutina salían juntos a la calle real, de pronto encontró de nuevo al señor que la noche anterior se negó a que lustrase sus zapatos, pero ahora llego con los zapatos llenos de barro, el niño esta vez no ofreció nada a tan distinguido señor. Pero el mismo pidió que hiciera el favor de lustrárselos. Sin dudarlo empezó a dar brillo a esos zapatos. La duda asalto a Guillermo y pregunto al señor de que había pasado con sus zapatos, ¿acaso no se dio cuenta y camino sobre un agujero lleno de barro? fue la pregunta que hizo al señor, este respondió: anoche, después que desprecie tu ofrecimiento, al caminar unos pasos, la conciencia hablo a mi corazón y decidí regresar a buscarte, pero ya no estabas, pregunte donde vivías y me mandaron al parque de la Concordia, donde encontré una marimba con dos viejecitos que deleitaban el oído de los presentes, y fue cuando te vi, a lado del busto de bronce de Enrique Gómez Carrillo, el príncipe de los Cronistas. Fue cuando observe que dirigiste tus pasos a una pequeña farmacia, donde saliste rápidamente, ya no te alcance, pues saliste como una hojarasca en tiempo de fuertes vientos. Pregunte al farmacéutico por ti, conto toda tu historia, y de como todos los días comprabas el mismo fármaco. Descubrí para quien era, así que hoy decidí embarrar mis zapatos, y hacer lo mismo todos los días para que puedas comprar el fármaco que necesites. Fue cuando tan refinado señor descubrió que sería bueno ensuciarnos tan solo un poco, para poder ver a este mundo de una perspectiva más interesante, más humana, y con menos prejuicios.
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