Me despertaron los primeros rayos de la mañana. El sol siempre me avisa que son las 6:00am. Mi abuela aún duerme en su viejo catre. Su artrosis no le permite levantarse fácilmente. Debo dejar listo el desayuno antes de ir a hacer el oficio.

Abro la alacena y encuentro un viejo tarro donde solían estar las galletas. Las hormigas tomaron este tarro como un segundo hormiguero. El segundo tarro donde estaba el café, ya no tenía ni un solo grano. Entonces, seguí buscando hasta que encontré una bolsa con una vieja panela. Estaba un poco mohosa, pero no había nada más.

Lavé la panela y la coloqué en una vieja olleta oxidada. La leche se había dañado después de dejarla toda la noche a la intemperie. La nevera lleva más de 2 años sin encenderse, así que no queda alternativa sino gastar de inmediato la leche o dejarla afuera.

La aguapanela ya estaba hirviendo. Eran aproximadamente las 6:30am. El pan estaba un poco duro, pero igual el hambre no da espera. La forma de ablandarlo es agregarlo al pocillo y luego servir la aguapanela encima. De esa manera debía hacerlo siempre.

Mi abuela se había levantado hacía unos 20 minutos y estaba bañándose con el agua que quedaba para cocinar el almuerzo. Pero ni modo, habría que esperar a que pasara el carrotanque pasado mañana. Mientras tanto, debía ir hasta la casa de la señora Alfonsina, que vivía en una zona más afortunada con acueducto.

-”Abuela! Te serví el desayuno. Por favor come. Debo ir hasta donde Doña Alfonsina por más agua para el almuerzo.”

-”Mija, coma. Anoche no comió por dejarme a mí. Soy una vieja y viví lo que tenía que vivir. Sumercé tiene toda una vida por delante”.

– “Abuela no me vuelva a decir eso. Sumercé es lo único que tengo.

En ese momento, sentí que un manantial de lágrimas estaban por desbordarse, pero no quise preocupar a mi abuela.

-”No me gusta comer sola mija. Siéntese conmigo y se toma el tris de aguapanela. Necesita fuerzas para ir a donde esa señora. Me cae mal porque siempre humilla a mijita poniéndola de sirvienta. Es una mujer horrible”.

– “Está bien abuela. Ya como. Es que tengo que ir lo mejor presentada posible. Sé que sumercé no quiere a Doña Alfonsina, pero si no fuera por esa señora, no tendríamos con qué cocinar cuando el carrotanque no pasa. Además me paga alguito para comprar un hueso carnudo y una papita para la sopa.”

Saqué un jean usado que me regaló mi vecina porque ya no le queda a la hija y un saquito que estaba un poco húmedo por la lluvia. Era lo mejor que tenía.

-”Bueno mija. De todos modos trate de no demorarse donde esa señora. Le pide a Don Gonzalito que le ayudé a trastear con el balde de agua. No quiero que a mijita se le dañe su salud como me pasó a mí. Es que ya llega a una edad en la que uno no sirve para nada. Me da una vaina que mijita tenga que ser la que vea de mí. Sumercé debería estar en la escuela y no viendo de una pobre vieja como yo…

-”Ay abuela. Por favor no me diga más esas cosas. Todo lo que hago es porque la quiero con todo mi corazón. Así que tranquila. Yo trato de no demorarme. Le prometo que llego con el baldecito de agua y luego voy por el recadito para la sopita del almuerzo.”

-Bueno mijita. Que mi Dios y la virgencita me la protejan en todo momento.

  • A sumercé abuelita linda. Descanse otro poquito. Yo llego por ahí en tres o cuatro horas.
  • -Bueno mija. La voy a estar esperando.

El balde estaba un poco polvoriento, pero era el único que había. Lo limpié con un viejo trapo y me fuí caminando como quien busca el cielo y no ve sino el infierno. Me dolían los pies. Tenía llagas de tanto caminar. Pero ni modos. No podía desamparar a mi abuela. Debía llegar a donde Doña Alfonsina a las 8:30am.

Una hora más de camino polvoriento, empedrado, empinado. Sólo eso y podría pisar el piso de mármol de aquella exquisita casa, dotada de una bella arquitectura.

Tenía dos pisos. En el primero estaban las pinturas y esculturas de la señora Alfonsina. En el segundo están las cinco habitaciones que debía dejar impecables para poder llevarme el balde con agua y $2000 pesos para el diario.

-”Buenos días señora Alfonsina. Espero se encuentre bien el dia de hoy.”

-”Adela Cruz, no? Ese es su nombre. Por qué llega tan tarde? Son las 9:00 am. Mis nietas llegan del gimnasio a las 11:00am. Más le vale que las habitaciones y los baños de las niñas estén bien limpios para esa hora. Si no, mejor ni vuelva a venir”.

-Sí señora. Va a ver que todo va a quedar como un espejo.

Terminé como a las 10:45am. Me dio mi balde con agua, y $1800. No le reclamé. Era mejor así, ya que de pronto me hubiera pedido que no volviera.

Don Gonzalito estaba dormido y no quise despertarlo. Así que cargué con el baldado de agua por todo el camino hasta que llegué a la casita. Tenía que irme de inmediato para el supermercado a comprar lo de la sopa. Solo me alcanzó para tres papas, un ajo y media librita de hueso carnudo. Mi abuela estaba tan profunda que no me saludó, lo cual era muy raro en ella. Ella siempre se asomaba por la ventanita para verme llegar.

Sentí un inmenso frío al volver del supermercado. Era como si un viento helado se hubiera apoderado de la casita. Había un extraño olor a guardado que no logré identificar del todo.

Se respiraba angustia, ansiedad, escalofrío. Mis palpitaciones y mis desbordantes lágrimas me notificaron que ahora mi vida había perdido todo su sentido. Nunca más podré ser Adela, la nieta más afortunada del mundo.

FIN

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