EL RÍO, LA CIÉNAGA Y LAS FLORES

EL RÍO, LA CIÉNAGA Y LAS FLORES

Lolo Viejo

16/11/2018

El RÍO, LA CIÉNAGA y LAS FLORES

1966

La vida en el pueblo efervece a mediados de septiembre. Don Bernardino, el joven maestro del pueblo lleva a sus alumnos al río que pasa cerca del barrio alto. El grupo es numeroso; hay más de 30 alumnos y le cuesta hacerse oír. Va cargado de láminas con dibujos de los árboles y arbustos que rodean el río pero a los niños, sobre todo a los chicos, lo que más les interesa es coger cangrejos y buscar las ranas y sapos de las charcas. El río, aunque es final de verano, baja con bastante agua a pesar de que innumerables acequias le roban el agua para llevarla a todas las huertas. Por la tarde, los chicos quedan al final del pueblo en donde el río se remansa y forma una laguna de aguas limpias. Es tradición que después de jugar al fútbol los niños se bañen en ella. Las niñas se mantienen algo alejadas saltando a la cuerda y sólo algunas, las más atrevidas, entran en la laguna remangandose la falda y mojándose las piernas de rodilla para abajo. En el camino cercano los carros vuelven de la recogida del trigo y van en dirección a la era. Los hombres que van en ellos ríen y cantan. En el cielo las golondrinas, en su movimiento incesante, parecen acompasarse al bullicio de vida que lo invade todo.

2002

Don Bernardino está próximo a jubilarse pero todavía sigue teniendo ánimo para sacar a sus alumnos a hacer observaciones en la naturaleza. Ahora le llaman Bernardino y algunos “Berna”. Tiene solo 9 alumnos y lo peor es que son de diferentes edades. Hay dos mayores, con 12 años, que no se quieren juntar con los menores. Ya no van al río ya que se ha convertido en un hilillo de agua de color gris negruzco. Son aguas fecales procedentes de urbanizaciones próximas. Ahora hay más tormentas y el río a veces baja muy crecido con el agua de color barro; lodo que va rellenando la laguna. Ya no quedan ranas ni sapos ni cangrejos. La laguna es una ciénaga. Solo quedan unas pequeñas charcas pestilentes con algunos despistados patos verdosos.

2017

Don Bernardino pasea con su amigo Hilario, el antiguo farmacéutico, por la campa donde estaba la laguna. Está inusualmente cubierta de flores para ser final de verano. Mientras coge algunas piensa que la vida siempre resurge si tiene oportunidad. Hilario lo llama:

-Vamos Bernardino, que me llama el alcalde. Voy a ceder la vieja casa de la farmacia y otras dos a algunos grupos de jóvenes que se van a quedar en ellas a cambio de restaurarlas. Dicen que son hippies. Ojalá se queden aquí. Hace falta gente joven.

Mientras se alejan, Bernardino echa una mirada a las flores de la antigua laguna y mira al cielo. Las golondrinas siguen moviéndose en incesante revoloteo. Le dice a su amigo:

-Se quedarán. Al fin y al cabo este es un buen sitio para vivir

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