Cuando veo las imágenes de fotos antiguas me pregunto que fue lo que pasó durante ese día; es como si quisiera zambullirme en la foto y volar, sentir los olores, los ruidos, los pájaros y el aire que impregnaban aquel momento que quedaría casi perpetuo en un papel y en sus recuerdos porque una foto… no era cualquier cosa. En aquel entonces una fotografía era un acontecimiento importante, especial… uno se preparaba y se vestía para la misma seguramente con lo mejor que tenía y posaba, porque no había repetición; me imagino al fotógrafo dando instrucciones precisas, diciéndoles que miren para acá o para allá que la luz y las sombras, nunca que sonrían porque en esos tiempos nadie se reía para la foto, ni siquiera los niños, era algo serio.

Mi abuela Lágrima una adolescente en ese momento con su mirada ausente posando como una estrella de cine, probablemente siguiendo los consejos del profesional; mi bisabuela Wenseslada, una mujer que refleja en esa mirada recia el carácter de quien quiso salir sola adelante y ser independiente con todo en su contra, pero lo hizo; hizo todo lo que quiso y sufrió y se rió de todo. Un icono desconocido de la esencia indómita de la mujer, una de las tantas que no se dejó doblegar por la época ni por la conveniencia en la invisibilidad de los tiempos, yo se que en cada rincón del mundo había una mujer invisible levantando esa bandera igualita que mi bisabuela. A pesar de ello esta mujer de origen vasco francés tenía tal personalidad que siempre fue muy respetada; divorciada e independiente volvió a casarse con Herásmo ese señor de la foto, mi bisabuelo, un intelectual muy elegante él, y también con el carácter y la apertura suficiente como para decir, yo quiero a esa señora, la extraña, la loca, la auténtica, la mejor; porque no vamos a negarle ni a desestimar la valentía de él, que es tan espectacular en su época como la de ella porque una persona puede sobrevivir diferente gracias a otros diferentes; en su falda Meñeses, su amada mascota uno más de la familia. A veces pienso que eran de otra época aunque creo también que individuos como estos diseminados por los tiempos están puestos adrede con la simple y controvertida misión de abrir caminos, de marcar tendencias, de mantener la tímida memoria de nuestra esencia.

Lo alucinante es que mi abuela siempre renegó de ellos porque sus ideas y formas de vida tan dispares al resto le hacían sentir vergüenza, ella quería tener una familia normal; Y lo intentó, fue lo primero que hizo en cuanto pudo independizarse obviamente casándose con mi abuelo, pero la cuestión era que mi abuelo que era locutor de radio y escritor resultó ser un bohemio marca registrada, a pesar de ello mi abuela persistió en su empeño; tuvo dos hijos, mi mamá y mi tío y ella fue durante muchos años una hacendosa madre y ama de casa, aún así era evidente que el destino la genética transfamiliar o lo que fuere la llevó a enamorarse de su marido y la mitad de sus años de casada fue una lucha constante entre la organización de una vida familiar tradicional y pilas de poemas, cuentos y fantasías que brotaban sin parar por toda la casa, los niños del barrio esperaban a que llegara mi abuelo del trabajo en la puerta de su casa, porque allá por los años cuarenta solo algunos tenían radio y mi abuelo los tenía atrapados en la telaraña de un cuento que duraba meses dejándolos con la intriga diaria, como una serie televisiva de las de hoy pero con las pantallas de la imaginación de cada niño, era lógico, la puerta de la casa de mi madre a esa hora estaba llena de críos entre ellos mi madre y mi tío, obvio; mi abuela actuaba como si no estuvieran allí y se ponía a surcir en el patio trasero de la casa. Con el tiempo esa resistencia de mi abuela se fue erosionado y en un momento de debilidad y de desesperación de mi abuelo por contratiempos laborales terminó metida en la radio trabajando como actriz de radionovela y resultó ser buena y hasta a disfrutar de ello. Conclusión y por resumir un poco esta historia mi abuela no pudo escapar de la marca que traía consigo, los retazos de su sueño inventado sucumbieron a la inexorable realidad de si misma, entendió que esa ropa que intentó quitarse todos esos años en realidad no era ropa, era su propia piel y eso… era imposible. Aquel día mi abuela no posaba como una actriz de cine, esa tarde de primavera de 1934 mi abuela daba su último paseo por el puerto como señorita soltera, ese día ella estaba ausente porque creía que se despedía de esa parte de sí que quería repeler pero algo, una certeza en el fondo le decía que la amaba a su vez. Eso nunca llegó a decírmelo, pero yo que soy su nieta y tengo el gen, lo se.

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