Una villa con nombre de mujercita

Una villa con nombre de mujercita

Cecilia

15/11/2018

A pesar de que puede ser una más entre las múltiples situaciones y sentimientos dolorosos que superamos cada día, la elección de la historia que estoy a punto de relatar me ha sorprendido incluso a mí misma, ya que es algo en lo que no he pensado apenas en mi vida. Hasta hoy.

De esta historia lo único que puedo asegurar es que sucedió, que algo lacerante ocurrió; aunque el modo lo desconozco. Pero si yo existo, vivo, tengo un pasado, un presente y un futuro, significa que una mujer superó hace años algo desgarrador, en todos los sentidos del adjetivo.

Sé que ella pasó parte de su embarazo en una villa con nombre de mujercita. Me consta que era un refugio para mujeres embarazadas sin recursos o un escondite para aquellas cuyas familias tenían la intención de ocultar ese vergonzoso estado. Actualmente la villa está en un barrio acomodado de una ciudad mediana, pero antaño era una casa aislada en un cerro a las afueras donde se sabía que se hacía caridad con mujeres descarriadas y que luego se entregaban sus bebés a otras familias.

Cómo llegó allí, lo ignoro, pero alguien la llevó. Quizá aterrizar en aquel lugar fue un alivio, quizá no. De todos modos, los días pasados allí no debieron de ser fáciles. Lo sé porque, ahora que yo también estoy embarazada, es tal el ímpetu y la fuerza de la vida que crece en ti, que es imposible ignorarla o incluso no quererla, sea del modo que sea. Se mueve dentro de ti y te conquista, te transforma y te debilita, incluso en tus convicciones más arraigadas. Sientes amor. Y ese amor crece más cuantos más días pasas unida a esa nueva vida que no ves. Si ella llegó a darme a luz, algún día me quiso. Y solo por eso, aunque solo fuera un instante, tuvo que superarlo, tuvo que hacer algo con ese sentimiento cuando cortaron nuestro lazo.

Yo vine al mundo a través de una cesárea. ¿Programada por otras personas? Seguramente. Varias partes interesadas y con experiencia en resolver esos problemas debieron decidir qué día debía llegar yo al mundo.

Pero, ¿y si quiso intensamente esa nueva vida de sus entrañas? ¿Cómo pudo sobrellevar cada uno de los días escondida allí sabiendo que su mayor dolor estaba por llegar y que tenía día y hora establecidos? El día de mi nacimiento apenas recorrió unos pocos pasos; es muy poca la distancia entre la villa y la clínica donde nací, que ese año mismo se inauguró. Si los recorrió a pie, ¿qué debió pensar a cada paso? Una vez dentro, ¿cómo debió sentirse en aquellos pasillos que estaba casi estrenando? Posiblemente la durmieron, y ¿al despertar? No sé si me vio ni si supo que era una niña ni si pudo tan siquiera olerme. Y uno o varios días más tarde salió de allí sin mí, no sé hacia dónde, con la barriga cosida y marcada para siempre.Quizá alguien la esperaba. Probablemente no.

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