Se supone que todo se supera, que no hay algo que no logres dejar atrás, que conforme pasa el tiempo si no queda en el olvido, optas por guardar los bellos recuerdos y deja de doler la ausencia.

¿Pero por qué me esta pasando lo contrario?, ¿por qué cada vez que me acuerdo de ti se me hace un nudo en la garganta?, ¿por qué el aroma grato de ese postre y sus bellos…. sus encendidos colores me generan tanta tristeza? tengo tanto conflicto en el alma que no entiendo porque me esta costando tanto trabajo. y es que el recuerdo bello de tu sonrisa, la gratitud hacia la vida, el perdón del que siempre me hablabas y esa ferviente fe en Dios en la que te veía firme y bien parada; aunque confío en que te has ganado el cielo el vació que has dejado no desaparece y en vez de hacerse pequeño, no se hace grande, sólo se hace más negro.

¿Será que la debilidad de tu figura la vi en tus últimos días? ¿que la fortaleza que vi en tu carácter, en cómo enfrentabas la vida me inspiraba, me daba seguridad de que en mis genes probablemente existía gran parte de lo que tú eras, de lo inteligente que te percibía o lo sabia en tus consejos con esa apertura que en tu época para una mujer era casi imposible y moralmente incorrecto que se pensara como tú lo hacías?.

¡Te extraño tanto abuela!, ¡Te extraño tanto Maruka!. Pienso que te me fuiste pronto a pesar de tu edad avanzada, pienso que te fuiste pronto. Ya no pude escuchar tu último consejo. Yo había llegado ese día a tu casa a recostarme a tu lado para contarte un secreto, quería contarte un conflicto que traía en el corazón, que no sabía que se podía amar y dejar de amar sin encontrar un motivo o una razón, que había una confusión en mi mente, un malestar en mi cuerpo que no me permitía ver con claridad ni tomar decisaran paz o que no viera que alguien podría salir herido si le hacía caso a lo que me dictaba el corazón y no la mente de lo que era moralmente correcto.

Quería levantarte de tu cama y decirte- ¡abuela vamos a Cuernacava!- a ese departamento pequeño donde podía oler la esencia de tus gelatinas, sentarnos a ver tu película favorita, y disfrutar de la eterna primavera donde por tu ventana se veían las hermosas buganvilias con sus colores brillantes en un ambiente que sin mayores palabras me sanaban el cuerpo y el alma. Quería platicar aquello que me aquejaba, me dolía, que no entendía; quería escuchar aquellas historias que te llenaron de experiencias que sin juzgarme me aconsejaban, me dejaban un aprendizaje que en conclusión con tus cortas palabras más directas me decías que rezara y me acercara a Dios. Esperar a la noche para recostarme en esa cama para las visitas de tras de tu ropero y observar la luz roja de esa pequeña lampara que alumbraba a tus santos y las imagenes a las que les orabas con tu rosario en mano para pedirles que le rogaran a Dios que escucharan tus oraciones para guardar a tu familia que a pesar de estar dividida los amabas y te acordabas de ellos. Justo en ese momento y a esa hora de la noche donde sólo los grillos cantaban… en ese punto era donde me sentía mas acogida y amada por ti, estaba cobijada por el aroma de tus sabanas, en lo blando y suave de esa cama, el momento más tranquilo y seguro, que el murmullo de tu voz me arrullaba y hacía que me quedara dormida.

Pero te vi recostada, adolorida, sin fuerza y el volumen de tu voz muy baja… que me quede callada, acaricie tu cabello blanco y sólo te dije cuanto te amaba…

¡ya ocho meses! y apenas hoy te estoy diciendo adiós. a veces puedo ser tan necia Abuela que aunque físicamente ya no estas, el aferrarme a tu recuerdo y tu esencia es la que ha hecho que en vez de sonreír cada que me acuerdo de ti, me de nostalgia, tristeza de saber que ese departamento ya no lo encontré cómo cuando estabas. Preparaste tu últimos días con oraciónes, te preparaste para tu muerte y no le dijiste a nadie. ¿Cuántos hacen eso? ¿Cuántos al final se mantiene fuertes? un día antes de tu partida te sentaste comiste y sonreíste. ¿Cómo lo hiciste? ¿Por qué no me contaste?

¡Adiós abuela! ¡Adiós abuelita Maruka! no quería despedirme de ti, pero dicen que si lloramos demasiado por alguien, no lo dejamos descansar en paz y yo quiero que con Dios seas feliz. Espero verte pronto, espero que cuando nos encontremos en mis sueños este sentimiento de nostalgia se convierta en alegría de que te seguiré viendo. Fuiste mi ejemplo a seguir y el último impacto que me generaste fue ese día que entre tus libros encontré ese fotocopiado que te preparó para tu muerte que seguramente ya presentías al llegar a la conclusión que a la edad de 85 años ibas a partir.

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