No recuerdo los años que tengo, siempre fui muy malo para los números. Por donde voy me caen las miradas y las frases echas de halagos, no sé si a causa de los ojos de mi madre, azules de cielo en medio de tanta mirada marrón Andaluza o porque ciertamente soy un niño hermoso. «El niño» diosico» me dicen, o el niño dios » también dulcito, pan de pascua o Josito. A tal punto que me he llegado a creer la última coca cola del desierto, camino metido la manos en los bolsillos de mi raido pantalón a cuadros que estoicamente ha soportado el batallar de mi primo Ramón, Elías y Angel, todos mayores, y por último yo, el Benjamin de la casa. Pero allí estoy, en ese viejo fotoestudio agarrado el burro, el mismo boriquillo que cientos de niños abrazan ante la vieja cámara del Señor Navarro. Se me chorrea la baba, el ojo izquierdo tiene un tic nervioso de tanto posar, siento la boca torcida…y para colmo no dejan de observar y animarme, no puedo sonreír_ eehh Joselito, Joselito bonito, bonitico, echa pa ca esa miraita mi niño. Y el niño se asusta, y el niño está «espantao» como gallina en diciembre. Corre el fotógrafo y me agarra la mano, me acomoda la pierna, viene mi madre y con su dedo mojado de saliva me quita una mancha, otra vez el fotógrafo quiere tirarme para atrás el pelo rebelde y mi madre, por enésima vez hala mi chaqueta de botones. Le recuerdo que es nueva y me la trajeron los Reyes pero da igual. No se sacan fotos todos los días, el día de la foto es especial y todo esfuerzo merece la pena.
Llega a término el acomodo y por la puerta aparece por fin Papá, tiene esa sonrisa tierna y tranquila que logra relajarme, la boca se pone recta y el ojo deja de hacer tic, mi mano sujeta el borrico con seguridad y mi barriga contenida y chupada se laxa contenta. El fotógrafo me hace un guiño y me grita que mire al pajarito, mientras busco raudo al imaginario alado se dispara el lente y si! Soy por fin el niño Diosico!
Y aquí estoy, guardando esta foto de la niñez y mirando al vacío la puerta por donde mi padre no volverá. Miro mis cinco años, mi brazo que apretaba con seguridad el burrito y la mirada azul de mi madre. Un pasado de grato sabor al que apenas mi corazón regresa de la mano de esta vieja fotografía…
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