El títere sin cuerdas.

El títere sin cuerdas.

Kramen

08/11/2018

La palabra familia es de las pocas que durante toda la vida está en constante evolución, sufre metamorfosis dependiendo de quien la pronuncie. Es la misma para todos, pero según el contexto se amplía como desierto sin límites o desaparece cual mal amigo cuando se le pide ayuda.

Si naces sin padres y acabas en un orfanato su significado es una capa que sólo te tapa, no te protege. La soledad se vuelve coraza, la falta de cariño endurece la piel hasta tornarla de piedra, el corazón sufre… pero no por ello deja de latir con sonido de masticar rocas. Otros vienen de progenitores del mismo sexo y sin cargas familiares, o de hij@s únic@s que tampoco traen mucho junto a sus personas. Pero la mayoría surgen de árboles enormes cuyas ramas se pierden en el cielo.

Yo desciendo de una de esas parentelas típicas del centro de la península. Cuando provienes del campo hay muchos tíos y primos de cualquier categoría. Es una condición que viene dada de cuna, no la puedes cambiar, te aguantas con las cartas que la vida ofrece, no se las puedes devolver al croupier porque no sean de tu agrado. La sangre a veces manda más que la lógica, para aquellos que no tienen uso de razón. En mi caso… aprendí a cribar lo bueno de lo malo antes de la cuenta.

Tener el mismo apellido, no implica necesariamente que reine la empatía y la asertividad, la envidia aparte de un pecado, es el germen de muchas guerras encubiertas, la lucha por algo que se desea y que otros quieren es el peor delito que puede haber en el seno de una prole, los parientes de mi padre me enseñaron que el amor no tiene cabida mientras peleas por la herencia de cadáveres aún humeantes, pero es que cuando te han dado las herramientas para ser independiente y las has malogrado fútilmente, siempre gruñes cual perro sarnoso por un buen hueso.

La dinastía es considerada y amable cuando hay suficiente dinero que legar para que los descendientes no anden pidiendo más que el vecino, sin importar el orden de nacimiento, el sexo o lo que hayan otorgado. En el resto de ocasiones, por mucho amor fraternal que haya… siempre habrá disputas por ver que trozo del pastel es más jugoso. Por lo que tras asimilar el mejor ejemplo posible, empecé a podar el árbol genealógico a mi voluntad de agricultor sin terreno propio.

Cercené muchas ramas de mi ascendente paterno, de cinco pasé a una que ramificaba en tres, en la parte materna conservé todas. Digamos que fue mi primera elección de vida, creció fuerte y frondoso desde entonces sin enfermedades que le debilitasen, no conoció la sequía ni tuve que volver a sacar la tijera a paseo, ni tampoco la sierra. Con el tiempo el tronco gira inconscientemente y se vuelve raíces para iniciar una nueva etapa. Cuando me fui de casa agradecí enormemente tener espacio suficiente para saltar y poco lastre que pudiera producir nostalgia, o cualquier tipo de sentimientos que me arraigaran a mi casa. Pude marcharme con una mano delante y otra detrás como mi padre bien expresó antes de irme acompañado de una retahíla de reproches derivados de su afecto envenenado.

Cuando llegué a Madrid lo hice más sólo que la una, durante un tiempo únicamente me relacionaba con la soledad y su hermana ausencia, cuando no estaba una estaba la otra, en verdad me compartían como buenas gemelas repartiéndose a partes iguales mi tiempo, pero como en toda relación no basada en el amor, nos fuimos distanciando. Comencé a conocer gente afín a mis intereses, algunos podría llamarles amigos… salíamos juntos, divagábamos en parques o en bares. Visitábamos museos y otros lugares de peregrinación. Fueron digamos que mi puerto seguro donde amarrar mi embarcación los días de tormenta, donde reposar hasta que se convirtieron en muelle, y saltaron de mi historia hacia otras direcciones.

La vida da tantas vueltas… cuando aprendes que la tierra gira, no te sorprendes de que tu historia sea una bola ocho esperando a que alguien te agite para hacerte una pregunta estúpida. Por aquel entonces busqué una profesión a la que aferrarme y poder perpetuar… a día de hoy todavía sigo dando saltos entre empleo y empleo porque pienso que todavía no se ha adecuado a mi persona. Nos llevamos como buenos amantes, funcionamos bien en los momentos de tensión pero desde que el divorcio se convirtió en una posibilidad más indolora que el suicidio, todo es más complicado de equilibrar.

La locura sigue siendo la marea que salpica de espuma mis pies cada luna llena mientras surca por encima de mi cabeza, el trabajo escogido fue el de gladiador de cocina, a día de hoy es de los pocos lugares donde te dejan tener un acero que supere el palmo de hoja sin ponerte una multa por ello. Veinte cuchillos más tarde había convertido a muchos de mis innumerables compañeros en parte de mi familia, que sin tener la misma genética, hemos vertido sangre en muchas trincheras entre sonrisas y lágrimas saladas. No tienen los mismos apellidos, pero a veces eso da igual porque protegen tu espalda, acompañan tu camino, brindan consuelo y animo en muchas ocasiones (quizás demasiadas) con una copa en la mano.

A pesar de ello puedes llamarles hermanos y así el termino que en el inicio era un gusano, se vuelve crisálida y embellece la existencia. Llegas a conocer su historia incluso a participar escribiendo renglones, sucesos y si la dicha es buena, incluso anécdotas que contar en presencia de sus amigos. Les puedes llamar pseudofamilia mientras sigues buscando las semillas para formar tu propia estirpe. Cosa que con el tiempo llega, como la herencia paterna llamada pérdida de pelo. Es el momento en que nace tu hija, cuando la familia se vuelve mariposa, para seguir dando un nuevo sentido a la palabra, abriendo sus alas cual flores en primavera y emprendiendo el vuelo hacia su propio destino.

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