Personas que estuvieron y ya no están.

Personas que estuvieron y ya no están.

Ya no sé si quiero recordar donde vivo o rendirle un homenaje a todos aquellos errores que un día cometí entre sus calles. Me arrepiento de muchas cosas cuando miro a ciertos lugares. Pero en otras ocasiones observo y me doy cuenta de que esos lugares en cierto modo soy yo, son parte de mí, de mi historia y jamás podrán ser borrados de mi memoria.

Echo de menos a Marina. Vivía en el bajo derecha del edificio donde me crie. Era una señora mayor, tan mayor que cuando yo nací ya lo era. Vivía sola y todas las tardes de cuatro a siete se sentaba en una silla delante de la ventana que daba a la calle.

Allí ella podía hablar con cualquiera. Todo el mundo la conocía y ella conocía las vidas de todos. Puede que no fuese la mujer indicada para confiarle un secreto, pero sí que era la adecuada para dar consejos. Siempre si veía que alguien estaba pasando una mala racha ella siempre sabía que decir. Aunque luego tu problema lo sabía medio barrio.

Marina falleció hace ya cuatro años y siempre que paso por delante de su ventana miro para saludarla, pero entonces recuerdo que ella ya no está y me entra la risa porque siempre se me olvida.

También echo de menos a la señora Carmen, que vivía en el primero izquierda. Murió hace unos diez años y para mí fue una segunda abuela. Cuando mis padres trabajaban y no les daba tiempo a dejarme con alguno de mis abuelos o abuelas me bajaban rápido al primero para ver si me podía quedar con ella. Claramente nunca rechazó quedarse conmigo, seguramente porque le daba bastante vida a la mujer que ya era mayor, más incluso que Marina.

Siempre me regalaba todo tipo de juguetes de cuando sus nietos eran pequeños. Desde peluches a camiones e incluso aviones de juguete. Lo mejor era cuando me leía algún libro, aunque hay que decir que cómo mi abuelo ninguno sabía leerme una buena historia. Cuando él las narraba me enganchaba y le hacía terminar el libro entero. Aunque eso ahora mismo aquí no tiene importancia.

En mi edificio hay muchas personas que estaban y se fueron, como Don Enrique del tercero derecha, Juanito, el tonto para la mayoría de la gente, que vivía que vivía enfrente de mi portal, Rosa la del segundo izquierda…muchas personas que de un día a otro desaparecieron. La temible muerte vino por ellos y se los llevó.

Tenía dudas sobre si quería recordar el lugar donde vivo o si rendirle un homenaje a todos aquellos errores que un día cometí en sus calles. ¿Sabéis que os digo? Que puedo perfectamente con las dos cosas. Porque puedo arrepentirme mil veces de las malas decisiones que haya tomado en mi vida, pero en mi calle, en mi edificio y en mi barrio han vivido grandes personas que merecen ser homenajeados y por cuatro tonterías mías no voy a menospreciar un lugar tan grande como este.

Este relato está inspirado en el barrio de Carolinas Altas de Alicante, más concretamente la Calle Doctor Bergez.

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