El repartidor de periodicos

El repartidor de periodicos

Era una mañana lluviosa y fría, de aquellas de los crudos inviernos de los años cincuenta del siglo pasado, aunque la lluvia era fina, estaba todo cerrado y no se vislumbraba nada bueno. Juanito iba en su bicicleta vieja hacia la barriada cercana con un fajo de periódicos dentro de un bolsa de plástico para evitar que se mojaran.

Él era el repartidor de los periódicos y todos los días hacía el mismo recorrido para llevar a sus casas los periódicos a sus suscritores. Por la mañana iba a colegio de D. Miguel Bueno, salían a las doces de la mañana, jugaba en las calles con los amigos; al Fútbol, al Rescate, al Trompo o a las Chapitas, las calles eran sus zonas de recreos y juegos; almorzaba y hacía el relevo a su Padre en el quiosco para que este comiera y a las tres nuevamente a la escuela, salía a las cinco y marchaba al quiosco para recoger los periódicos y hacer el reparto de la Barriada de Los Boliches con su “Bici” vieja de la marca Orbea.

En Los Boliches, tenia como unos doce clientes fijos, primero en los cuartos, D. Antonio el Maestro, el ABC de Madrid, tres en el Hotel Florida, ABC, INFORMACIONES y el MARCA, seguía para Los Boliches y dejaba otro INFORMACIONES a Salvador Gómez, en el Almacenillo, una vez pasada la cuesta del puente se llegaba a la Barriada, dejando en primer lugar el MARCA y el ESPAÑA DE TANGER en el Bar de Paco, seguía el Bar EL LEON del Sr. Moreno, y el Bar Basilisa de un matrimonio sin hijos que siempre los trataban muy bien, a ambos les dejaba el ESPAÑA DE TANGERreanudó la marcha siguiendo su ruta; a Juan el marido de Basilisa le dejaba el ESPAÑA DE TANGER, bajaba por la cuesta al final de las casas de la carretera y volvía por la playa a unos chalet nuevos que habían construidos para veraneantes, en uno de ellos vivía el Ingeniero jefe de las Minas de amianto de Mijas y este se quedaba con el ABC de Madrid, el INFORMACIONES y el ARRIBA; aquel día no había en el arenal ningún chico jugando al Fútbol, pues en días soleados echaba un rato con ellos antes de llegar a la casa del Ingeniero, pues este solía llegar tarde del trabajo y no tenía mucha prisa por hacer esta entrega, y además debo decir que el Fútbol era su pasión, cuantas y cuantas veces dejaba la Bici y los periódicos en un lado del campo y echaba un partido con ellos, siempre se lo disputaban ya que tenía un gran regate y era goleador nato.

Aquel día de lluvia se le complicó demasiado, pues la lluvia arreció e incluso entro tormenta, con relámpagos y truenos, que para Juanito eran demasiado, pues a sus once años no le gustaban mucho ese tipo de efectos meteorológicos, estaba refugiado en el Bar de Basilisa y viendo la hora que se acercaba, ya un poco obscuro, decidió marcharse, pensando que la distancia no era demasiado, solo un kilometro o algo mas de carretera que con la bici en poco tiempo podía llegar en su casa, la señora Basilisa intentó disuadirlo, pero él no pensando mucho en el riesgo cogió la bicicleta y dando una carrerilla y un pequeño salto se encaramó en ella y empezó a pedalear con fuerza para regresar a su casa.

Cuando subía la cuesta del puente ya notaba que le costaba, pues el viento era de poniente y le daba en plena cara, el agua no lo dejaba ver en condiciones, pero lo peor eran los truenos y los relámpagos, estos le asustaban un poco, pues eran muy seguidos y creía que el mundo se venía abajo, empezó a tener miedo y estar arrepentido de no haber hecho caso a la señora Basilisa, al llegar arriba del puente las fuerzas empezaron a fallarle, entre el miedo, el frio y el agua, que cada vez arreciaba mas, estaba casi agotado, bajando la cuesta le fue algo mas fácil y a unos 200 metros había una hilera de casas, que denominaban LOS CUARTOS, allí vivía su amigo Pepe, que jugaba con él al Fútbol en el campo de las margaritas, su madre Frasquita Núñez era costurera o sastra, y pensó en aquellas casas como su salvación, llegó a ellas aterido de frío y casi sin fuerzas, tiro la bici al suelo y corrió hacia la puerta que estaba cerrada y empujando con las últimas fuerzas que le quedaban entro en la casa todo empapado y casi sin poder hablar, escuchó un grito de la costurera ¡¡¡ PEPE !!! y él con la mano intentaba decir que no era su hijo, cuando se acercaron a el y lo reconocieron, Frasquita y las muchachas del taller lo pusieron en una silla y con toallas y trapos empezaron a secarlo; pero mira quien es, dijo Frasquita, el amigo de mi Pepe, una vez seco le dieron un vaso de leche muy caliente y le pusieron ropa seca del hijo, ya sobre las ocho de la tarde, una vez que había escampado, decidió regresar a su casa, quisieron acompañarle, pero el dijo que no, que prefería ir solo ya que sus padre deberían estar muy preocupado sin saber que le habría podido ocurrir.

Esta historia es real y Juanito sigue vivo con un quiosco de venta de prensa, española y extranjera. aunque ahora las cosas han cambiado tanto, que ya ni la meteorología, ni la venta de prensa y sobre todo, LAS CALLES, son parecidas a aquellas de los 50 del siglo xx, antes estaban llenas de niños jugando y ahora de coches aparcados, me gustaría quedarme en aquellos cincuenta.

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