La vía sin asfaltar hace lento el avance de los automóviles y el calor va dejando huella en el rostro de sus ocupantes, ahondando aún más la preocupación y el temor. En el jeep de la Procuraduría viajan cuatro o cinco personas fuertemente armadas; en los otros vehículos van estudiantes universitarios, vecinos de la capital y amigos cercanos, alguno que otro con revolver o pistola. La tensión aumenta a medida que nos acercamos al lugar de la emboscada…

Recuerdo la llamada en horas de la madrugada:

―¡Viejo Jairo!

―¿Sí? ¿Quién habla?

―Soy «Rei» ―oigo, prosigue―. Han asesinado al viejo Pío… paramilitares… cuando iba para Chaguaní… se encuentra en el Hospital de la Hortúa… murió junto con sus hermanos Pastor Iván y Fernando… Las balas eran para el alcalde que viajaba a su lado. El alcalde resultó ileso.

Chaguaní significa varón del cerro de oro en lengua de la comunidad indígena de los Panches. El pueblo forma parte de la provincia de Magdalena Centro en el Departamento de Cundinamarca. Fundado en 1770 como Parroquia de Blancos, por los Padres Dominicos, fue como una premonición en la futura extinción de un pueblo de indígenas.

Se dice que en la vereda La Tabla nació Policarpa Salavarrieta, La Pola, heroína de la independencia colombiana; formó parte del ejército patriota de los llanos. La población de Guaduas, ubicada a 18 kilómetros de Chaguaní, fue finalmente elegida por la Academia Colombiana de Historia como su lugar de nacimiento. Un Consejo de Guerra la condenó a muerte y fue fusilada el 14 de noviembre de 1817 durante la Reconquista Española.

Llegamos. La pequeña plaza del pueblo está abarrotada de campesinos de todas las veredas que despiden a su concejal, Pío Ayure Bello. Los más viejos aún extrañan la Ceiba señorial, sembrada en 1866 y que los acompañó, con su altura y gran sombra, hasta que el alcalde la mandó derribar en 1952 cuando una rama seca se desprendió durante las festividades y mató a uno de ellos.

Gina Florez, la joven viuda bajo el efecto de los sedantes, vive una pesadilla de la cual quiere despertar. Los amigos de Pío, estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia, ubicados en el balcón del Palacio Municipal le gritan: «¡viva!» en las pausas de los discursos. De fondo suena Cuando un amigo se va, su canción preferida.

Las lágrimas se escurren por las mejillas de los asistentes que lo acompañan de camino al cementerio y se unen al llanto del cielo, que cae en forma de lluvia bajo negros nubarrones. Fernando Castillo, un compañero de estudios de ingeniería química, se toma unos aguardientes con el hermano mayor de Pío y, después de abandonar el cementerio, se aferra a un árbol y llora con tanta fuerza que parece que lo está regando; no hay forma de soltarlo y allí se queda.

Habíamos asistido a la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional y nos habíamos hecho muy buenos amigos, formamos un buen grupo junto con Reinaldo, Fernando, Jaime… y el sin igual Schubert. La muerte de Pío nos dejó desolados; pero no era sólo su ausencia lo que nos mortificaba, dejaba a una extraordinaria esposa y a tres hijos pequeños: Alejandro, Camilo y David (el mayor, de cinco; y el menor, de poco más de un año).

Cuando acabó los estudios, junto a otros compañeros, Pío se había enfrascado en un proyecto que le permitiera seguir vinculado a la Universidad. Es así como en noviembre de 1987, en la primera asamblea de AISUN (Asociación de Ingenieros de Sistemas de la Universidad Nacional), se formó su primera junta directiva y lo nombraron presidente. El primer encuentro de estudiantes y licenciados se realizó el año siguiente, en un fin de semana, con la participación de importantes expositores. Luego vinieron las conferencias y seminarios para dar una mayor cobertura al desarrollo de la organización.

Al morir dejó una desolada y triste sensación de desamparo, no solo en AISUN, sino en familiares y amigos; se acabó la vida de un líder sencillo, alegre y carismático. Ese mismo año, en noviembre, la junta se concentró en crear una estructura organizativa que permitiera el desarrollo de la asociación, dando frutos en 1992 con una gestión empresarial que generó un plan estratégico.

Al cumplir diez años de la muerte, AISUN le rindió un homenaje con una ceremonia religiosa en la iglesia Madre del Salvador. Liz Cubillos, en un texto escrito para recordar su legado, decía entre otras cosas: «[…] una de las personas que ha marcado mi vida y la de muchos otros que estuvieron a su alrededor […] Un hombre con una energía vital impresionante, contagiaba sus ganas de hacer a todo el que lo escuchaba […]».

Otro de los sueños de Pío era crear una cooperativa de ingenieros de sistemas cuya inauguración estaba prevista para el día 2 de febrero de 1991, el mismo día de su asesinato. En palabras de Liz: «Sacar su pueblo adelante sería su tercer sueño y el de sus hermanos […] sus vidas y sus sueños fueron apagados por las balas de gente que no le sirve a este país».

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