Una mañana de octubre, tomé el autobús. Mientras recorría una parte de la ciudad, observaba a cada pasajero que abordaba a su destino.

¿A dónde se dirigían?

Quise preguntar a la señora de vestido floreado y lindas zapatillas, con garbo envidiable, si su destino era a un salón de baile; tango tal vez.

Miré al joven que con sus «hands-free» puestos, hacía percusiones con sus manos en el aire. ¿Escuela de música?

Sonreí al ver un señor de algunos ochentas años y tez negra, entonar melodías de «Blues» junto a los golpes contra el piso del bastón, saco marrón y zapatos marrones, sombrero y gafas oscuras…supuse que ese entusiasmo era el destino de algún bar que ofrecía estas tonadas. ¡Quién sabe! Mi pensamiento se vio interrumpido por la bocina del bus, era la parada de la señora, «bailarina». La seguí con la mirada, tocó timbre en una casa y salieron dos niñas, menores de ocho años intuí; seguido una mujer que dejo en sus manos llaves, una lista e indicándole algo; ¿quehaceres? Al parecer me equivoque, era niñera.

Una cuadra más, salió el señor, ese que reflejaba ser buen cantante. Su destino me sorprendió. Con dificultad bajó del bus, le ofrecieron una mano al salir y luego ocupó un banco frente a una barbería. Su primera acción fue tomar el sombrero y colocarlo frente a sus pies en forma de recipiente. Lo cotidiano, lo que vemos a diario en la calle, talento por limosna.

Todo fuera de lugar, caminos equivocados… personas haciendo lo primero que le ofrezca la vida sin cumplir sus sueños. ¿A eso me dirigía yo?

Mi parada llegó, mi cuerpo instintivamente bajo el bus, pero mi mente no estaba presente. ¿Cumpliré mi sueño? ¿Qué sacrificaría? ¿Qué señal espero para saber que elegir?

Entre a la universidad.

– ¡Buenos días chicos! Hoy les traigo un tema muy interesante,… –hace una pausa y nos mira con picarda–…el destino. Vaticinio.

– ¿Usted cree en el destino o como bien dicen, en que hay indicios que nos muestran lo que puede pasar? –Interrumpí.

– De eso está lleno el mundo señorita, de señales, de vivencias, personas que son espejos de lo que debemos evitar. ¿Eso responde su pregunta?

Medite…

– Gracias maestro. –Le dirijo una sonrisa y me pongo de pie. –Discúlpeme, tengo que arreglar varias historias.

Salí, a la mirada extraña de todos.

Caminaba de prisa, evitando chocar con alguien. Tomé la calle más cercana a mi apartamento, al llegar saqué mis llaves, abrí la puerta con algo de dificultad por mi adrenalina. Frente a un escritorio de madera, en una libreta anoté varias cosas, seguido prendí la laptop;

Vaticinio (Destino)…

Todos con un final justo. Esa noche envié mi escrito a una editorial, di mi primer paso. Por fin decidí escribir mi primer libro de muchos que tenía en mente, del sueño que quiero cumplir, de lo mucho que anhelo que mi destino sea un clímax en la vida.

– ¡Solo queda esperar, di el primer paso!

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