Existen papas de todos los tipos y generalmente nos fijamos más en aquellos que de alguna manera dejan una profunda huella, una marca. El gusto de conocer y conservar entre nuestros conocidos un padre-madre. Como lo es mi querido Pedro, nombre que escogí protegiendo su nombre real.

Desde que conocí a Pedro me sorprendió gratamente lo dedicado que era con su pequeño hijo. En ese tiempo “papi” -así siempre ha llamado Pedro a su hijo- tenía unos tres años por lo que estaba en edad preescolar. Cada día Pedro subía al transporte con “papi” en brazos todavía dormido, además llevaba el morral en el hombro con los útiles del niño y también su maletín de trabajo.

Recorrido unos cincuenta minutos llegábamos a la puerta del colegio, en donde él bajaba a su hijo y lo dejaba a cargo de la maestra que se encontraba de guardia en la puerta de la escuela. Para enseguida volver a subir al transporte que nos llevaría a nuestro lugar de trabajo. Era también interesante la paciencia y comprensión de los demás compañeros de trabajo para con Pedro, y no es difícil de entender pues no siempre ves a un padre-madre por decisión.

No es que “papi” no tuviera madre, sino, que sus padres se separaron en buenos términos. Debido a que su mamá trabaja como azafata en una aerolínea internacional y dada esas circunstancias, entonces, en común y mutuo acuerdo decidieron que su papá Pedro conservara la guardia y custodia del menor. Así que desde un poco antes de cumplir los dos años “papi” estuvo bajo el cuidado de su padre.

Siempre ha sido común encontrar a Pedro y a “papi” disfrutar de los momentos de reunión de la empresa. En cada compartir familiar, día del niño, fiesta de despedida de fin de año o cualquier actividad que organizaran en el consorcio donde trabajamos. Y él tan pendiente y preocupado como una madre con un niño pequeño. Atento a cualquier movimiento, a cualquier gesto que hace el niño. Sin perderlo jamás de vista, celebrándole cualquier gracia o travesura que le jugara “papi” a algún compañero.

Pedro se ha bebido y disfrutado cada momento vivido con su hijo. Su graduación del preescolar que fue todo un suceso. Luego escucharlo hacer la planificación de los preparativos para la celebración del final de sexto grado, lo vivimos con igual gozo y satisfacción que un pariente más, pues de alguna manera todos nos sentíamos orgullosos de nuestro sobrino postizo. Y ni se diga de la graduación del bachillerato, una realización mas para un padre dedicado que ha guiado a su hijo por la senda del respeto, la responsabilidad, la amabilidad, la alegría y el bien. Sinceramente un padre ejemplar.

“Papi” hoy día tiene dieciocho años y entre su padre y él ha crecido y se ha perfeccionado una conexión muy especial, una sincronía extraordinaria. Esas cosas que suceden solo cuando estás en armonía, toda una belleza. Cada idea, toda meta está definida y conectada de tal forma que pareciera que no necesitan hablar para saber la opinión del otro.

Pero en estos tiempos en mi país las cosas no están nada fáciles, de hecho muy difíciles y hay que tomar decisiones fuertes. Pedro no puede pagar los gastos universitarios, ni siquiera los gastos diarios a pesar de tener empleo, la situación económica del país es agobiante. Por lo que “papi” se va a otro país en busca de trabajo por él y por su papá.

Cuando regresamos de unas breves vacaciones navideñas, nos encontramos con la noticia de que Pedro esta de reposo médico, pues ha enfermado de tristeza, supongo. Un grupo de compañeras nos pusimos de acuerdo y fuimos a visitarlo, conseguimos en Pedro a un hombre más flaco, disminuido, con los ojos rojos y la nariz moqueando. Al principio se lo atribuí a una posible gripe, después comprendí, había llorado mucho. Nos comento que “papi” había cumplido sus dieciocho años en diciembre y el seis de enero había partido a otro país. Pasado los días Pedro se ha ido reponiendo y recuperando el ánimo, todos comprendemos que no es fácil.

Generalmente los compañeros que trabajamos en distintos edificios nos encontramos mientras esperamos el transporte y en la ruta camino a casa nos ponemos al día sobre alguna noticia. Algún plan de reunión. Planificamos un almuerzo, uno que otro chisme y por supuesto nunca falta el tema de los hijos. A “papi” le han propuesto un trabajo en otro país y llamó a su padre para consultarle; «si regresar a Venezuela o tomar la oferta de empleo, ahora en otros pais, en Argentina». Pedro nos comenta la situación su voz se quiebra y sus ojos se aguan, dice que todavía no le ha contestado, pero “papi” ya sabe la respuesta ya compró el pasaje para la ciudad del tango.

Quizás sea distinto en otras regiones, pero de donde soy, la familia comprende y trasciende mucho más allá de lo vínculos genéticos. Abarca la vecindad, el compañerismo… los amigos. Vivimos, disfrutamos y hasta sufrimos el viaje de cada uno de nuestros cotidianos. Todo esto con más que afecto, con cariño, amistad y simpatía. Nos hallamos en el viaje de la vida genuinamente juntos, al ver convivir y crecer a los más vecinos, indiferentemente de ser o no familia biológicamente. Conmovidos a veces hasta los huesos por el sentir de los más cercanos en el recorrido de la existencia.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS