Estimada
Días ha, que no sabemos nada de vuestra merced. Con la esperanza que todo esté según sus deseos, que son los míos, “dispóngome” a daros un pequeño entretenimiento del que sólo podré arrepentirme, antes incluso, de haber dado fin a esta misiva.
La vida por aquí es como siempre, un montón de problema. Unos encima de otros, sobre todo, en esta época estival y perezosa del año.
Y os cuento:
La gente tiene por aquí la estúpida manía de refrigerar sus carnes en una especie de lago artificial, “piscina” lo llaman. Donde babean, miccionan en grupo, y comparten alegres chapoteos. Es, como os digo, digno de algún estudio antropológico. Sólo la mera observación de la tropa bañista, es merecedora de un momento de reflexión, y oso decir, que de regocijo e hilaridad. Sublime es la estulticia de la que hacen gala, grandes y pequeños, en ese babeado recinto; a más, expuestos a muchas y espantosas infecciones.
Después de estos insanos jugueteos “aguáticos”, se ponen a tostar al sol. Es también de lo más curioso. Capaces son de estar horas, ora de cubito prono, ora de cubito supino, siendo supinas las calenturas que al final del día padecen; gozándose de los distintos tonos y colores enrojecidos de su dermis, que con tal malsana costumbre consiguen tras la solaz fritura. Es como con la alegría devota de un mártir en otros tiempos, siempre en aras de la salvación de su alma, (ah…si San Lorenzo alzara su casta vista…) Aunque creo, y temo, que el alma no tiene nada que ver en este cúmulo de errores de bulto sanitarios. Pero ellos ríen, y se regocijan con sus quemaduras de tercer grado, incendios no controlados, que ahogan con inmensas cantidades de cerveza y otros líquidos espirituosos.
Llenan sus repletos y deformes abdómenes, de granos de arroz especialmente aliñados, y que son guisados en una plasta compacta a la que llaman “paella”. De la preparación de tal engrudo, siempre estoy recibiendo parabienes. Es algo a lo que uno no llega a acostumbrarse, ¡A más…! si es entre aromas de orujo de hierbas emanados sin recato por especímenes humanoides, tras un día de sopor solar y alto riesgo de contaminación por peste bubónica, en esa salivosa charca recalentada, que como os decía… comparten sin ningún tipo de ropa estéril, ni posterior desinfección. Es altamente curioso el desapego por la salud de esta especie por estas latitudes.
Los más, lucen cuerpos grasos, celulíticos, con curvas en claro desacuerdo con el modelo de belleza natural. Piernas varicosas de las que hacen gala, en una especie de pase de modelos monstruoso, jocoso; amén de que ese lastimoso espectáculo, arruina cualquier libido Tendría que verlo, es horripilante la colección de cuerpos deformes, ya por la edad (algunas veces provecta), ya por el exceso de acumulación de materiales grasos poli-saturados.
Pero… estará de Dios que sea así…
En fin… desde un rinconcito sombrío, este gastado cuerpo, sueña que en breve verá una cómplice, discreta, y leve mirada.
Suficiente
Siempre tuyo…
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